La Monarquía parlamentaria de Juan Carlos I soporta la crisis que el país arrastra, desde ya varios años. La soledad de la Monarquía es peligrosa; agravada por las peripecias de la amante del Rey, Corinna zu Sayn Wittgenstein, como de las posibles implicaciones delictivas de su yerno Iñaki Urdangarin. La Monarquía puede resultar perdedora, lo que comprometería a las Cortes Generales antes los problemas actuales. Recuérdese a Fernando VII o Alfonso XIII.

Toda vez, porque el síndrome de las últimas Cortes Españolas ha sido heredado por las Cortes democráticas, un hecho soslayado. Así, la política española presenta una debilidad congénita, que los nacionalistas catalanes y vascos esperan aprovechar. Falta el amigo exterior, que aparecerá.

Las Cortes Españolas aprobaron la Ley para la reforma Política, bajo el gobierno de D. Adolfo Suárez. En el pleno del 18 de noviembre de 1976, de un total de 563 procuradores, 456 dijeron Sí; 59 de ellos No; las abstenciones, 13. Apenas 46 procuradores siguieron en la política activa; el resto firmaron su inmolación personal, pero con repercusiones para todo el país, que ahora lamentamos. No quieren enseñarnos nuestra historia.

El divorcio entre aquella casta de servidores públicos y las élites españolas del momento se hizo patente en dicha jornada, que sancionó la apertura política. Pero las formas se mantienen: en las tres primeras legislaturas de Franco se aprobaron 160 decretos-ley; el gobierno de Mariano Rajoy tiene el record de decretos-ley (28) en un año.

Nuestros políticos lejos de superar las contradicciones históricas, han conseguido un fracaso monumental con la crisis actual, que ha agravado los problemas de siempre que no hemos superado: paro y secesión. Además, la corrupción de los partidos es lógica, a raíz de las burbujas inmobiliaria y financiera. Ninguna anticipación y las élites patrias con otros intereses. Qué bien les ha venido la globalización. Según publicó J. Jacks, desde Londres, Sobre la deuda total española, las grandes empresas y bancos tienen el 57.3 (finales 2011). Uno de los mejores blogs de economía política.

La constante cesión de los diferentes gobiernos del Partido Socialista, Partido Popular y UCD, ante los nacionalistas catalanes y vascos se debe a que la casta política nacional no ha superado el estigma de las Cortes de Franco. El momento fundamental es el mandato del presidente J. L. Rodríguez Zapatero, que al conceder la reforma del Estatuto de Autonomía catalán, en 2006, vulneró la Constitución Española de 1978, y la fatalidad de las últimas Cortes de Franco reapareció con una fuerza que esperan aprovechar los secesionistas catalanes y vascos. Estos, ahora que ETA aguarda paciente, dejan el liderazgo a los partidos catalanes.

Alemania, dado el peso que tiene en la política española, debería frenar las ansias separatistas; pero esto tendría un precio, si no se ha conseguido una reforma efectiva de la Unión Europea. Necesitamos los españoles soluciones rápidas, pero en Europa el ritmo es otro.

Mientras, la opinión pública sigue intereses a corto plazo. No se puede frenar, a tenor de las apariencias, y la política española no se reduce a los partidos mayoritarios. La desaparición de los Partidos Socialista y Popular sería oportuna como la monarquía de los Borbones. No hay un plan para tal refundación; seguiremos con los mismos problemas, porque no está resuelta la fractura de la invasión napoleónica.

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