Debemos tener claro que el Estado es una institución completamente amoral. Prodiga la violencia estructural para proteger los regímenes democráticos liberales. La eutanasia como el aborto sirven perfectamente para los objetivos del Estado; violencia que significa miedo.

El terrorismo ha sido el gran recurso que ha extendido la violencia estructural en Europa, desde hace varias décadas. Una violencia política indiscriminada que responde a la cultura nihilista que domina muchas esferas de la civilización occidental.

El crimen organizado ha conocido una extensión considerable en las últimas décadas. Crímenes que han dejado en España una huella indeleble; el asesinato del presidente almirante Carrero Blanco, el crimen de la finca de Los Galindos, el asesinato de los marqueses de Urquijo, Anabel Segura, las niñas de Alcàsser, etc.

La Justicia está regulada para causar el menor impacto en los criminales; hay una doctrina de la reinserción que es defendida contra viento y marea por la mayoría de los partidos políticos democráticos. El Estado es muy reacio a cambiar una doctrina que justifica los procedimientos de la Justicia.

Repetimos que el Estado, aún con una forma democrática no renuncia al miedo. El Estado desconfía del pueblo y las reglas democráticas no son suficientes para el poder. El pueblo es siempre una amenaza y el Estado la contrarresta con la violencia estructural.

La violencia estructural se extiende al ámbito familiar. Es particularmente llamativo los crímenes domésticos, que los medios de comunicación registran sin dilación.

Las sociedades democráticas son, por lo tanto, muy conflictivas. La violencia impregna la cultura popular, como demuestra la producción televisiva occidental. Violencia en el aparato productivo, porque las clases sociales reproducen los esquemas dominantes, como la violencia estructural.

Esta violencia necesita tener varias fuentes para ser efectiva. Hemos indicado unas cuantas fuentes que propagan la violencia estructural. El terrorismo ha sido la actividad más decisiva para extender en Europa la violencia estructural, que mina las libertades públicas. En España, ETA ha cumplido con creces con la violencia estructural.

La droga es otro elemento decisivo para comprender la violencia estructural. Se encuentra con facilidad en nuestra sociedad y las consecuencias negativas son innumerables. La revolución cultural de los sesenta ha sido el elemento facilitador de la droga.

Los programas electorales evitan tratar este asunto; la violencia de género permite aislar una manifestación de esta clase de violencia para beneficio del Estado.

En cierto modo, la violencia estructural es el precio que Europa debe pagar por una paz impuesta tras la II Guerra Mundial. La Guerra Fría contribuyó sobremanera ha propagar esta violencia indiscriminada en países interpuestos como Corea, Cuba, Vietnam, Afganistán, etc.

La violencia estructural es lucha de clases en una sociedad dominada por el sistema económico y cultural capitalista. Esta violencia aprovecha la lucha entre las oligarquías que explica los regímenes democráticos.

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