Para los medios de comunicación afectos a la derecha política, el caso “faisán”, esto es, el soplo a ETA, desde medios policiales, para evitar la detención de unos teroristas vascos, es la mayor traición conocida en los años transcurridos de Monarquía parlamentaria.

Ante las próximas elecciones generales, los españoles se juegan mucho. Todas las encuestas que aparecen ante la opinión pública favorecen ampliamente al Partido Popular -12 puntos-; el Partido Socialista puede reducir esta desventaja, como ya demostró en las elecciones generales del 2004.

Los profesionales de la información que trabajan en medios de los grupos Inter­economía y Libertad Digital, entre otros, deben seguir celosamente las noticias que depare este caso. No pueden bajar la guardia, por lo que no se descartan nuevas exclusivas sobre el particular, desde los citados medios, muy interesados en la pugna electoral.

Pero no observan, y es realmente curioso y beneficioso para el gobierno, que el caso “faisán” podría ser un hilo que condujese a conclusiones más rotundas y comprometidas de la inteligencia entre el Partido Socialista y ETA: una relación vieja, sólida e imprescindible para la supervivencia de la banda criminal vasca. Cuántas sospechas no han levantado el 11-M y la relación exitosa de atentados que han encumbrado a ETA a una dimensión tal alta, en la política y la sociedad española.

La banda terrorista debe su existencia a un gentío separatista vasco, a una parte de la Iglesia vasca, a toda clase de complicidades, entre instituciones legales y partidos nacionalistas; al impuesto revolucionario que habrá permitido comprar información y personas; al cobijo en Francia… a una debilidad constitutiva de la Monarquía parlamentaria.

Hace falta algo, que nos explique cómo la banda terrorista cuenta con tantos aciertos, a lo largo de tanto tiempo: una información detallada de objetivos y de las circunstancias determinanates, que sólo puede proceder de servicios de seguridad, que han proporcionado este material crucial; cabe que dichos cuerpos estén infiltrados por la banda criminal; o que el doble juego haya sido constante bajo este régimen político: el caso “faisán”.

En la actualidad, dada la situación política vasca, ETA podría dejar las armas, para siempre. El gobierno tendrá que reconocer a un partido afín a los separatistas vascos –Sortu–; pero, ante todo, el ejecutivo socialista aparecería como el hacedor de la paz, sin quebrantar la mitología que envuelve a ETA, desde que asesinó en 1973 al, entonces, presidente del gobierno, Almirante Carrero Blanco.

El magnicidio no ha sido esclarecido. ¿Dónde está el sumario de Carrero Blanco” es un episodio histórico escrito por Ricardo de La Cierva, en el que cita a Luis González Mata, espía y escritor de obras como “Cisne. Yo fui espía de Franco” y “Terrorismo internacional”. El primero de los libros se puede encontrar en la Biblioteca Nacional; el segundo no, dado que González Mata revela los detalles del atentado al Almirante Carrero Blanco: el servicio especial del teniente coronel San Martín, adscrito a la Presidencia del Gobierno, colaboró con ETA en el complot.

Si es cierta esta revelación, se necesita un refrendo político para facilitar la entente entre un departamento estatal español y la banda terrorista ETA. No cualquier partido, sino el Partido Socialista, que, gracias al terror de la organización criminal vasca, ha conformado un régimen que es la compensación histórica al bando republicano, con la aprobación internacional, en forma de una gran potencia que haya intervenido discretamentamente en momentos decisivos, como la Transición, en el 23–F y, por supuesto, el 11–M. Una banda como ETA sobrevive entre la presión de la política nacional, marcada por la división ideológica, y las corrientes frías y calientes de la política internacional, como la gran campaña contra el terror islámico que depara excepciones, como la vasca.

La Justicia prosigue con las pesquisas del caso “faisán”. El lenguaje político es el de siempre, nada deja de aprovecharse. Mientras, ETA ha declarado una tregua; entre tanto, una conclusión se hace evidente: prescindir de ETA no es fácil, en ninguna de sus ramas militar o política.
Una banda criminal que ha sido varias veces descabezada . ETA no es la misma desde el 11-M; roto un tabú, queda el sinsentido de un atentado que no es reivindicado para postrar a la organización vasca en una nueva negociación. Y vuelta a empezar.

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