«La Sección Decimoséptima de la Audiencia de Madrid ha acordado el sobreseimiento libre de la causa abierta en el Juzgado de Instrucción número 43 de Madrid contra el ex comisario jefe de los Tedax Juan Jesús Sánchez Manzano y una perito de su unidad…» Así informaba el diario ABC digital de este hecho impactante.

En relación con la matanza del 11-M: no podemos conocer la verdad, porque se trata de un secreto de Estado. Es más, sin desvelarse la trama del atentado principal, el 11-S, pecamos de ingenuidad… pero no la justicia española, que cumple con su obligación.

Ambos atentados, bien planificados, justificaron la invasión de Estados Unidos de Irak y Afganistán. ¿Cómo aceptar que los españoles tomamos ventaja, gracias a los juicios celebrados al respecto, desde un punto de vista enteramente nacional?

Un estado tan menoscabado como el español no debe alterar el orden de las cosas. No le corresponde a la justicia española averigüar la conspiración del 11-M. Ante todo, debe esclarecerse el 11-S, por la justicia norteamericana, por la prensa nacional o internacional, etc. Hay elementos sumamente inquietantes, como el informe del científico Dr. Niels Harrit, sobre la aparición de «Active Thermitic» en el polvo de las Torres Gemelas derribadas. Niels Harrit 11-S.

No obstante, vamos a recordar lo que dejamos escrito, en caliente, siempre dominados por una perspectiva nacional, sin reparar…:

Perfectamente ejecutado por un grupo terrorista islámico, sabedor de la proverbial desunión de los españoles; y sobrevenido, un golpe de mano ejecutado por el Partido Socialista y un grupo de comunicación afín, Prisa, que conquistó la mayoría suficiente en las Elecciones Generales del día 14 de marzo. El terrorismo conoce las debilidades de los regímenes democráticos…y mientras el terror sirva a determinados intereses políticos en liza, que, por lo demás, son legales, sobrevivirá.

El acto terrorista del 11 de marzo, en Madrid, rivaliza con el asesinato del presidente del gobierno Carrero Blanco, perpetrado por el grupo terrorista vasco ETA; nuestra Monarquía parlamentaria ha contraído demasiadas deudas de sangre con el terror; y el Partido Socialista puede acostumbrarse al beneficio en exclusiva que le han reportado el golpe de Estado actual y el que sucedió el 23 de febrero de 1981.

Los acontecimientos acaecidos entre el 11 y el 14 de marzo satisfacen a un revolucionario, aunque el sufragio universal le deje indiferente; mientras el pueblo español ha demostrado que su acción es decisiva; porque conlleva el desánimo de parte de nuestras élites, que no espero que sientan añoranzas republicanas.

La actitud del Partido Socialista, maliciosa pero no súbita, quedo manifiesta en la algarabía popular contra la 2ª Guerra de Irak, que ha sostenido hasta la victoria en las recientes elecciones. El Partido Popular, que ya escapó a otro golpe de Estado —ETA quiso asesinar al presidente del gobierno José María Aznar, entonces jefe de la oposición— proseguirá en aparecer como un partido de centro, porque no violenta las reglas de juego. Sirven toda clase de cálculos, pero Mariano Rajoy es la buena reputación del régimen. La izquierda española y los separatistas catalanes y vascos viven bajo el síndrome del 36, y nada parece disuadirles.

En esos días de marzo del 2004 hemos concitado el interés del mundo; el espectro de las dos Españas reapareció; los Reyes de España nunca habían estado tan cerca del pueblo español, dolido y picado, dueño del destino. Ciertos representantes de la asociación Víctimas del Terrorismo fueron apartados de la cabecera de la gran manifestación del día 12 de marzo, en Madrid; las víctimas de ETA han sido menospreciadas. La Iglesia Católica nunca ha condenado, en forma vehemente, los actos terroristas; es seguro que determinadas confesiones cristianas consideran que las acciones terroristas son obra de un ángel exterminador. Comprenden, pues, tanta vacuidad.

Madrid se codea con Nueva York; 11–S y el 11–M, dos fechas emblemáticas; el periplo europeo de España, irrenunciable, nos devuelve una y otra vez a las Américas. Reparemos que la democracia de Estados Unidos está marcada por los golpes de Estado: el asesinato del presidente J. F. Kennedy y la destitución del presidente Nixon, por el asunto Watergate. Nuestra Monarquía parlamentaria, ya acostumbrada a este recurso excepcional, elude las severas disposiciones políticas en pos de la regeneración. El régimen ha quemado una vida más.

Con todo, se vence al terrorismo con cuerpos especiales policiales y militares, espionaje, acciones “sucias” y el castigo del Estado; pero se precisa una determinación política que en España no existe; la guerra se libra también en la esfera de las ideas; el talón de Aquiles es, principalmente, el Partido Socialista y los secesionistas catalanes y vascos. El grupo terrorista Al–Qaeda combate contra Occidente, y Estados Unidos dispone de un ejército imperial, con sus exigencias; pero la política de Estados Unidos no es abiertamente imperial: la pax americana lleva la máscara del mito global.

Con el tiempo, hemos descubierto que el mejor sitio para informarse del 11–S es la red Voltaire, gracias a su creador, Thierry Meyssan. En España, debemos ser muy pacientes ante un secreto de Estado. Periodistas e investigadores pueden tensar la cuerda, pero no habrá satisfacción inmediata a las víctimas.

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