El último congreso de Convergencia de Cataluña, que ha elegido una cúpula soberanista, ha coincidido con el desenlace de las elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias (en 2º plano). Pese a conseguir el mayor número de escaños, 50 (47 PSOE-12 IULV), el Partido Popular no podrá gobernar Andalucía.

Coincidiendo con la jornada de reflexión de las elecciones andaluzas, nadie del Estado español contrarrestó las declaraciones independentistas de los líderes de Convergencia. Justo una autoridad estatal podría haber ayudado a la victoria holgada del Partido Popular, en Andalucía, reduciendo la abstención, desbaratando el reto catalán, sólo con propaganda, porque la voluntad política real es algo distinto.

Los electores anadaluces, que tienen un sentido de la nación española muy agudo, comprobaron el derrotismo perenne del estado español. Una jornada de reflexión no era una excusa suficiente y el desencanto hizo su aparición augurando nada bueno para la región andaluza y para España, en general.

En las Elecciones Generales 20-N, votaron en favor del Partido Popular 1.982.091 andaluces; por contra, en las recientes elecciones autonómicas del 25-M la cifra de votantes populares se reduce a 1.567.207.
Hay electores que solo participan en Elecciones Generales, que no se cuenta para el descrédito del sistema; pero el retraimiento de más de 400.000 personas no puede achacarse a causas circunstanciales, como la campaña electoral del Partido Popular o la idoneidad del candidato, Javier Arenas.

De nuevo, y desde Cataluña, los nacionalistas de Convergencia han conseguido frustar el gobierno popular en Andalucía; la comunicación entre esta comunidad y Cataluña es uno de los hechos singulares de la España actual, fruto de la emigración. No obstante, el extenso poder del Partido Popular, aun con Andalucía, no asegura la derrota de los nacionalismos vasco y catalán.

Sólo en la comunidad vasca y Cataluña, el egoísmo nacionalista prima sobre todo lo demás, en el plano político. En el día de reflexión andaluz, el Estado español vuelve a aparecer como el máximo responsable de la existencia del fenómeno nacionalista catalán, que distorsiona el regionalismo del resto y amenaza la propia estructura de la Unión Europea, tal y como la conocemos.

Desde la victoria del Partido Popular en las pasadas Elecciones Generales, 20-N, la prensa afín (Intereconomía TV, etc) ha censurado abiertamente a los servidores públicos ( funcionarios, laborales, etc ); mientras otros medios de comunicación (El confidencial, etc ) auguran despidos masivos en el sector público. Al no haber verdaderos líderes en la política española, sino productos del marketing político, el desencanto es una actitud generosa ante el miedo que se adueña de la sociedad española, sin remedio. Es cierto que las élites del país propician una amplia exclusión social, a partir de los parados, que no cuentan con apenas frenos ante el sistema. La lucha de clases existe en Andalucía, que nos adelanta un sentimiento, el desencanto, como advertencia del mandato popular, en toda España.

¿Quién es el valedor de los nacionalistas vascos y catalanes como de otras regiones europeas? La sola presencia de bases militares operativas estadounidenses en Europa nos asegura la infiltración política. El resto de conjeturas, a partir de European Command (Stuttgart-Vaihingen, Alemania), ponen en entredicho la independencia de la Unión Europea; y el liderazgo alemán no tiene base real política. El sur de Europa compone una caricatura dramática y, desde hace tiempo, Estados Unidos, con presencia militar en Andalucía, tiene puesto el interés en la zona Asia-Pacífico.