Fallece un prohombre de la Transición española, D. Manuel Fraga Iribarne; sin embargo, este relevante ministro de Franco, no dirigió el cambio de Régimen.

La Transición española, siempre recordada para bien de la Monarquía parlamentaria, es un corto período (1976: Ley para la Reforma Política-1982: victoria electoral del Partido Socialista), en el que se vieron frustados los anhelos de parte de los españoles, que confiaron en el presidente D. Adolfo Suárez, que ganó la partida a Fraga Iribarne ( asunto obispo Añoveros, etc). Nada relativo al mito de las dos Españas.

La caída de este hombre, Adolfo Suárez, fue tan sorpresiva como su ascenso; obedeció a un plan político que maduró tiempo atrás, y en el que tenía un papel principal, el Partido Socialista; pero, también ETA. Todo auscipiado desde el exterior. Aún hoy, la disolución definitiva de la banda terrorista vasca se pospone, por las implicaciones que el hecho tendría. Recientemente, tres miembros de la organización criminal han sido detenidos en Francia.

El Régimen, que se apoya en el PSOE y en la Monarquía, es la compensación histórica del bando republicano, contendiente en la Guerra Civil del 36. Esta operación singular, que se conoce con el nombre de Transición española, dependió de la eficacia no de los políticos, a pesar de toda la propaganda vertida, sino de la organización terrorista ETA, que cumplió con creces, dado que significó el respaldo armado al proceso. Es seguro que una organización criminal , con fines políticos, no puede existir sin el apoyo discreto y directo de un Estado.

Elijan cuál, a partir de revisar las acciones criminales de la red Gladio en Europa. ¿Cómo explicar el surgimiento de una banda terrorista nacionalista y comunista, ETA, en Europa occidental, mientras en la misma operaban los ejércitos secretos de la OTAN (Gladio)? ¿Era ya una impostura la Guerra Fría? ¿Todos los movimientos terroristas, en Europa, tienen idéntico promotor?

La involución fue tan rotunda, en España, que no podemos contar con la memoria de Adolfo Suárez, ni con la de ningún otro prohombre de la Transición, como Fraga Iribarne, por razones obvias. Las mismas por las cuales, el Régimen no admite la reforma, porque presenta, en su evolución, unas coincidencias muy fuertes con la Restauración de Alfonso XII (compárese las dos Constituciones). Los intereses creados marcan las directrices políticas del Régimen, una mezcla de modernidad y atavismos.

Sin conocerse la verdad del 23–F y del 11–M, por la opinión pública española, los “torneos electorales” concitan la participación popular, tan atraída por los grandes embrollos. Una intelectualidad brillante, de haberla, se separaría del gentío, que prefiere la cultura de masas actual, entretenido en mil distracciones que prueban, bien a las claras, su idiosincrasia.

La Transición cortó, a fuerza de sangre y propaganda, los aires liberales que aparecieron en España, en la agonía del Régimen de Franco: un gobierno autoritario permitió las libertades incipientes que trajeron el desarrollo social y la mejora económica, contando con la influencia de EE.UU. Sin perder el ascendente americano, el PSOE ha conformado un régimen que auna aspectos de las democracias occidentales con las desaparecidas democracias populares, sin prescindir de ETA, aunque ahora se finja sobre el abandono de las armas por parte de la organización terrorista vasca.

La honda crisis económica no cambia los planes del Partido Socialista, que nunca creyó en la falsa Transición, en la Constitución, como prueba la reforma del Estatuto catalán, ni en los españoles, como demuestra la inacción socialista ante el desempleo. Es un partido que responde al modelo arribista, que la democracia europea no ha podido evitar, por los principios reales que dominan en las sociedades modernas y que parten de un hecho: el poder de la oligarquía financiera.

Aunque pueda parecer lo contrario, la Transición demostró, una vez más, que los españoles no pueden hacer algo en común. Dado el estado de cosas, los españoles, en el quehacer profesional o personal, no creen en lo que hacen, y se manifiesta en el crack económico, que esconde un fracaso general: el pacto inicial de la Transición. Salvo para el establishment, que ha encontrado en la globalización, su verdadera causa; intereses en sectores distintos, repartidos en países diferentes. Entre tanto, el país abandonado a su suerte, confiado en políticos que no entregan su vida al Estado, como hizo Fraga Iribarne, en dictadura y en democracia. Todas, etiquetas distinguidas para la cultura política.

El Régimen se mantiene, porque España pertenece a la Unión Europea y a la OTAN; la dominación de EE.UU sostiene las alianzas en el viejo continente. Son los españoles, aquejados de tantos problemas que resuelven, en gran parte, con improvisación, los que deben imitar a sus antepasados de los siglos XIX y principios del XX. Ante la desolación que impera, corresponde la pujanza a las circunstancias, no a las voluntades.

 

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