El sistema parlamentario español, la democracia liberal estándar, el régimen político del 75 parece que ha entrado en una crisis que podría ser definitiva. La rebelión catalana y el derrumbe financiero y económico han supuesto un coste excesivo para un sistema político como el español.
División política que impide la formación de un nuevo gobierno, sin que esto, un renovado ejecutivo, suponga una solución para los problemas que minan la permanencia del régimen del 75. En público, ningún actor se refiere a una crisis que podría ser definitiva.
Varios vectores apuntan en una única dirección: la conspiración republicana. La propia rebelión catalana, todavía no cerrada y a la espera de una sentencia judicial; la inseguridad ciudadana, manifestada en varios planos, que representan un signo evidente de la violencia estructural; el síndrome del 36, del que hacen gala la izquierda y los partidos nacionalistas.
La división entre los partidos de centro-derecha. Partido Popular y Cs rechazan la presencia de Vox, aunque hayan necesitado el apoyo del partido de Abascal para la formación de gobiernos regionales en Madrid y Murcia. No hay un bloque constitucional; es una contradicción.
Reconocemos que El Brexit y la rebelión catalana conforman la Primavera Europea. Dos rebeliones todavía abiertas que persiguen el desgaste de la Unión Europea y la ruptura de la unidad de España. Planeados desde hace tiempo, se han ejecutado tras la Primavera Árabe. La indecisión británica arranca prorrogas europeas, a la espera de la evolución de la crisis española, italiana, etc.
Una crisis que podría ser definitiva para la nación española, que reconoce en los acontecimientos actuales la idiosincrasia española, desde la Guerra de Independencia (1808-1814). Considerables similitudes en la restauración de Alfonso XII y la restauración de Juan Carlos I. Una conspiración republicana que no cuenta con líderes destacables, pero que anima el quehacer de políticos, partidos y regiones.
Nadie saca a relucir este hecho ante la opinión pública. Los partidos principales, PP y PSOE, tienen varias hipotecas que sobrellevan con tesón: corrupción, la Constitución de 1978 y la actividad terrorista de ETA. Las elecciones son un elixir para los partidos políticos, que atraen, sin descanso, a medradores y arribistas.
Se proyecta unas nuevas Elecciones Generales para noviembre. Nuevo argumento para una crisis que podría ser definitiva. Para bien o para mal, un nuevo reparto de ganadores y perdedores, para lustre del ruedo ibérico. La estructura legal es la última barrera. Liberales y serviles.
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