Tiempo revuelto. Acontecimientos pasados, como la rebelión de los controladores aéreos, nos traen reflexiones muy interesantes que, en época de vacaciones, adquieren una dimensión nueva, dado que el pensamiento se libra de las ataduras habituales, el precio convenido de convivir en sociedad.

En España, hay una democracia “sui géneris”; no es una excepción. La Monarquía parlamentaria es un régimen en manos del Partido Socialista, que no comparte el poder: ¿qué posibilidad hay para un pacto de Estado? Por contra, el Partido Popular no se equivoca al oponerse al gobierno, en forma harto liviana, porque la derecha política conforma las apariencias propias de un sistema regulado por unas elecciones periódicas.

Los controladores aéreos son un grupo profesional, no una fuerza de la sociedad civil enfrentada con el Estado. Así, el gobierno socialista ha recurrido al estado de emergencia, previsto en la Constitución, para detener la revuelta de los controladores aéreos. La prensa afecta a la derecha política estaba convencida de que esta crisis podría tumbar a un gobierno muy débil. El conflicto aéreo civil ha perjudicado a particulares y empresas; la causa judicial abierta tiene un desenlace dudoso. No obstante, el momento escogido por los controladores, finales del 2010, está dominado por otros aspectos y actores.

La grave situación financiera y económica, que concierne a la Unión Europea, ha revelado que el gobierno socialista preserva, ante todo, el orden político, en particular, la administración autonómica. La crisis podría modificar el estatus político español; por eso, el gobierno socialista es “conservador” y autoritario, parco en medidas económicas decididas, según demanda el mercado e instituciones internacionales.

No obstante, el gobierno español cuenta con el apoyo explícito de la clase corporativa, que defiende sus intereses económicos, bien separados de los políticos –electorales–. El ajuste llevado a cabo en el empleo, en aras de la productividad, es la única medida realmente efectiva contra la crisis y, a la postre, podría evitar cualquier intervención de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional; eso espera el ejecutivo socialista, enroscado en su propaganda y propiciando cualquier cosa útil, a regañadientes pero con sentido, en la política y economía: reforma laboral, proyecto de reforma del sistema de pensiones –prevista para el año 2011–, y medidas asociales para contener el gasto público. Medidas que encajan en la globalización.

Los controladores aéreos no tienen un líder ante la opinión pública; los grandes debates, a través de los mass-media, analizan las causas y los detalles de un caso que se prolonga en el tiempo. Los mentados controladores pretendieron resolver un problema mediante un mal mayor, la huelga repentina y sus consecuencias. El gobierno socialista no es débil; todo un régimen depende de este partido.

Demasiada carga sobre las espaldas de unos profesionales del control del espacio aéreo; ¿dónde está la contrapartida? Una información sobrevalorada ha podido llevar a este grupo a recurrir al golpe de efecto, un recurso propio de las sociedades avanzadas; pero han topado con un gobierno, mejor aún, con el Partido Socialista, que es un maestro en los golpes de efecto, ya sean golpes de mano o de Estado, a lo largo de los 35 años de Monarquía.

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