La importancia de llamarse Felipe y ver con tranquilidad institucional la algarabía de los agricultores y la rehabilitación de los nacionalistas catalanes gracias a una nueva Ley de Amnistía. El rey Felipe VI no tiene que pronunciarse ante los acontecimientos que se suceden en España.
La monarquía está asegurada en España; los partidos políticos no cuestionan la presencia de los Borbones en el trono de España. El gobierno maneja el desempeño institucional de Felipe VI. La importancia de llamarse Felipe nos sitúa con el resto de monarquías europeas. No es hora de veleidades republicanas. Europa necesita estabilidad institucional.
Felipe VI es el jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, según la Constitución en vigor. La importancia de llamarse Felipe VI es no ponderar el papel crucial de las Fuerzas Armadas en la España actual. El ejército renunció a participar en la arena política, desde el controvertido golpe de Estado de 1981. La tradición española consistía en la participación de los militares en la vida política de la nación. La democracia española se iguala con las europeas gracias a la renuncia de los militares españoles.
La importancia de llamarse Felipe y ver lejos el exilio para la dinastía de los Borbones. Lo cual no es precisamente cierto porque el rey emérito Juan Carlos I está exiliado en Emiratos Árabes, desde 2020. Como la continuidad de la dinastía de los Borbones parece asegurada con la princesa de Asturias Leonor, las convulsiones políticas registradas con la rehabilitación de los nacionalistas catalanes exiliados no provocan movimientos extraños. La oposición del Partido Popular y Vox es constitucional.
El régimen del 75 reconoce la importancia institucional del Rey Felipe VI. Son los partidos políticos los dueños de la escena política, sin la rivalidad de los militares, ahora acostumbrados a dedicarse a sus tareas profesionales. El nacionalismo periférico está potenciado por el nuevo papel de los militares, ciertamente inesperado. España se ha “modernizado”.
La pregunta que nos debemos hacer es si los nacionalismos periféricos han comprendido la evolución de España en las últimas décadas. Parece que los nacionalismos periféricos se han enroscado en unos objetivos desfasados. Pero pueden hacer daño, sin duda alguna.
La importancia de llamarse Felipe es reconocida internacionalmente. Cansados de nuestros fracasos republicanos, la opción monárquica se ha convertido en la solución ideal, con un coste económico y moral discreto. Pero no debemos olvidarnos de la suerte que ha corrido el rey emérito Juan Carlos. Nadie podía imaginar que el exilio estaría reservado para Juan Carlos; un precedente que debe ser valorado por la sociedad española.
Si la corona española está reservada para una reina, la dinastía de los Borbones confía más que nunca en la continuidad, pese a los problemas con los nacionalismos periféricos, reconocidos antimonárquicos. La importancia de llamarse Felipe cambiará cuando Leonor alcance la corona de España. Todo discreto y constitucional. Y el ejército cumple como nunca con su papel pasivo y compasivo.
La monarquía española no necesita operaciones de imagen; la prensa del corazón ya cumple con un papel destacado en este sentido. La importancia de llamarse Felipe tendrá que juzgarse en un futuro próximo para beneficio de la democracia española. Es evidente que todo es mejorable y las élites españolas deben tenerlo muy en cuenta.
Desde el momento en que las dinastías han preferido buscar personas fuera de la nobleza para los enlaces matrimoniales, es evidente el sacrificio que han hecho las distintas dinastías en toda Europa. Los cambios pueden o no ser para bien; sin embargo, están en marcha. La importancia de llamarse Felipe lo refleja a la perfección. Las monarquías europeas necesitan ideólogos para acercarse a las repúblicas presidencialistas.
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