Un presidente para la Tercera República española; imaginemos que los candidatos fueran Mariano Rajoy Brey, ex presidente del gobierno de España y Manuela Carmena, actual alcaldesa de la ciudad de Madrid y ex juez. Los candidatos son importantes, lo que abriría una competencia dura, aunque en España se abriese paso una república, las dos Españas pugnan en el cometido.

La conspiración republicana tiene una oportunidad con la coalición PSOE-Podemos y los partidos nacionalistas catalanes y vascos. El gobierno necesita de estos apoyos para legislar o refrendar decretos -ley; no dudamos que el Partido Socialista no podría oponerse a una marea republicana. Las dificultades con la exhumación de los restos de F. Franco es un indicio de las trabas que encontrará el Tercer experimento republicano.

Un presidente para la Tercera República no es el mayor problema. Si creemos que los dos candidatos que hemos expuesto son lo suficientemente idóneos para el cargo, no dudamos que la carga popular (el pueblo) estará presente, como en anteriores regímenes republicanos.

Ya hemos advertido, por activa y pasiva, que la insurrección catalana ha provocado una revitalización de la conspiración republicana. La posición de Podemos, la debilidad parlamentaria del Partido Socialista; el Partido Popular descabezado por el tándem Rajoy-Soraya y la aparición de Vox, que nos recuerda a movimientos de la II República española.

A pesar de que la Unión Europea supervisa los presupuestos de los Estados miembros, como pasa con Italia, no sería un obstáculo para el advenimiento de la república. Aunque el rey Felipe VI estuviese en los actos conmemorativos del armisticio de la Gran Guerra, la monarquía no es una institución fuertemente apoyada por los poderes vivos en la escena internacional. No apreciamos ningún indicio de lo contrario.

Tampoco la Constitución española de 1978 es una barrera para la victoria de las fuerzas republicanas. España sigue ligada a las cadenas del siglo XIX y los regímenes tienen fecha de caducidad. El régimen de 1975 cada vez es más una realidad sin consistencia. Y no hay una respuesta coherente al desafío republicano.

No obstante, la conspiración republicana es una prueba poco menos que irrefutable de la inexistencia de un establishment español en comparación con el británico. Nuestras élites no juegan un papel constructor en el devenir político de la nación española. El fondo liberal español, que se manifestó en la mejor constitución española, la PEPA, promulgada en 1812, es traicionado, como de costumbre.

Un presidente para la Tercera República podría ser materia de las revistas del corazón. Los libros de historia necesitarán más tiempo. No comprendemos porque la invasión napoleónica ha puesto en el disparadero a la nación española, de forma permanente.

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