Enfrentado con la izquierda norteamericana, el presidente Donald Trump no es un extraño, porque ha redoblado la alianza con Israel. Trump ha ido más lejos que cualquier mandatario norteamericano anterior. No obstante, la alianza de la élite anglo-americana con el judaísmo y el sionismo nacionalista judío es el hecho principal que explica la geopolítica global.
Estados Unidos consagró en su Constitución la separación entre las instituciones religiosas y el Estado. La tradición de pensadores británicos, encabezados por T. Hobbes, J. Locke y David Hume, más la influencia de otros pensadores europeos como Rousseau o Spinoza. El sistema político de Estados Unidos es la plasmación de los principios liberales en materia religiosa.
Siempre hemos advertido que los tres verdaderos poderes del Estado, con independencia de su constitución y tradición, son la guerra, el comercio y la religión. Dado que el presidente Trump no es un extraño, no puede ni debe debilitar ninguno de estos poderes. La política proteccionista esgrimida por la administración Trump persigue favorecer la economía de Estados Unidos, y el menoscabo de otras potencias, como China. ¿Se traiciona al comercio?
La dualidad está presente en cualquier actividad humana. La política no escapa a este principio, defendido por una escuela filosófica con implicaciones en varias disciplinas intelectuales. El poder no puede reconocer ninguna división; pero la dualidad actúa tanto en la realidad visible como en la invisible.
Por lo tanto, la separación Iglesia-Estado ha sido un éxito en el orbe protestante, que ha exportado al mundo católico y ortodoxo. Como Donald Trump no es un extraño, la alianza con Israel es el eje vertebrador de la política exterior del bloque anglosajón, y que Europa consiente en las actuales circunstancias.
Es una buena noticia que aparezca la controversia en la escena política; el sistema democrático-liberal ya anticipa la confrontación política sin que cambien las reglas de juego. Ahora bien, como Trump es un jugador, toda nueva partida genera nuevos ganadores y perdedores. Una crisis económica, una guerra o una revolución o cisma religioso son partidas fantásticas para producir nuevos actores en escena.
Trump no es un extraño y pretende repartir cartas. No obstante, la identificación de la élite anglo-americana con el sionismo es una pieza que recae en la esfera religiosa. No se explica solamente con la racionalidad política o económica. Así pues, la casta política de Estados Unidos traiciona la neutralidad religiosa, en provecho de una alianza sagrada.
Entre los opositores a Donald Trump hay bastantes judíos norteamericanos, que deben conocer las especiales relaciones entre el bloque anglosajón e Israel. La Primavera Árabe y, en particular, la guerra en Siria, se deben a la citada alianza anglo-americana con el Estado hebreo y la concurrencia de Arabia Saudí.
Para acabar, si queremos profundizar en la gran separación entre religión y Estado moderno debemos leer el libro “El Dios que no nació” de Mark Lilla. Editorial Debate. Se puede encontrar en la Casa del libro o en el Corte Inglés, amén de otros sitios.
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