El siglo XXI es un siglo que no ha nacido. Llevamos 20 años del nuevo siglo y los grandes acontecimientos registrados tienen una clara dependencia con el siglo XX. No sabemos si se trata de una maniobra del azar o la sociedad humana repite patrones con una asombrosa facilidad.

La pandemia actual, que sigue en pleno apogeo, nos recuerda la gripe española del siglo XX. Posiblemente el comportamiento humano no ha cambiado, a pesar de que la sociedad es muy distinta por los avances de la ciencia y la tecnología, con múltiples aplicaciones recogidas por los planificadores sociales. El comercio ha experimentado un crecimiento sin precedentes, desde la segunda mitad del siglo XX. La explosión de los medios de comunicación es otra realidad que la pandemia ha confirmado.

Mientras terminaba la primera década del siglo XXI, una vasta crisis financiera y económica rompe la dinámica de años anteriores. Un siglo que no ha nacido nos proyecta la debilidad financiera y económica de un contexto de globalización. Hunde las esperanzas de una generación en el recuerdo del crack de 1929. Otra vez Wall Street.

Es harto evidente, a pesar de que nos negamos a reconocerlo, que vivimos en un siglo que no ha nacido. Las simetrías son fuertes y siembra muchas dudas sobre los vaticinios de la geopolítica. ¿Ahora será China la potencia favorecida por la confusión imperante?

Entonces, ¿una gran crisis financiera y económica más una pandemia auguran una gran confrontación militar para cerrar el ciclo de simetrías que ha proyectado el siglo XXI, un siglo que no ha nacido, por el dominio de la civilización occidental?

Ante la elección del nuevo presidente de Estados Unidos, ¿nos conducirá a una guerra que, sin pretenderlo, se impondrá por la necesidad inexplicable de un siglo que no ha nacido?

La Gran Guerra (1914-1918) supuso la destrucción de la aristocracia europea; esta guerra, que todavía se recuerda, nos deparó un cristianismo secular en Europa occidental. El ascenso de la revolución bolchevique y el nazismo siguen en el recuerdo de políticos, pensadores y productores de cultura en el siglo XXI.

Dada la tremenda importancia del siglo XX para Estados Unidos y la democracia liberal, los movimientos sociales como actores políticos irrumpieron con una fuerza que alcanza la actualidad reivindicativa. El feminismo y el movimiento LGTBI aspiran a transformar la sociedad. La tradición cristiana socavada hasta unos extremos nunca antes vistos.

El siglo XXI se reafirma como un siglo que no ha nacido. Vuelve la crisis de la democracia liberal y el sistema capitalista confía en la revolución tecnológica para extender la riqueza; pero armonizar los intereses de las élites occidentales con las asiáticas es un desafío abierto en este siglo.

La tesis relativa a que nada triunfa de modo definitivo en Occidente se pondrá a prueba en este siglo XXI. Tal vez nos equivocamos y nuestro siglo XXI arrastrará las paradojas de un siglo anterior, que todavía no ha mostrado todo su potencial. Las simetrías sobre crisis económicas y epidemias necesitan la emancipación del siglo XXI, un siglo que no ha nacido.

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