El vuelo de la compañía de bajo coste Gemanwings vuelo GWI9525, que se estrelló en los Alpes franceses el pasado 24 de marzo revela las contradicciones de la sociedad europea. Abierta colaboración de las autoridades francesas, alemanas y españolas, dado que el vuelo partió de Barcelona, con destino Düsseldorf y se interrumpió en Francia. Sin embargo, las filtraciones periodísticas, las revelaciones del fiscal francés del caso, Brice Robin, a partir de la primera caja negra encontrada, nos enfrenta con un joven copiloto alemán que provoca el desastre aéreo, sin importarle las vidas de sus compatriotas o de otros viajeros europeos. Un joven que presenta varios problemas, físicos y psíquicos, que se pueden extrapolar a la sociedad europea, en la actualidad.

La rapidez en recuperar la información de la primera caja negra hallada, ha permitido que la compañía alemana de aviación Lufthansa, y la marca filial Germanwings se hallan visto libres de presión, en un principio, y a la espera de la segunda caja negra. Nada hacía sospechar que un miembro de la tripulación fuese el saboteador que estrellase el avión Airbus A320; algo inaudito, pese a las amenazas terroristas que pesan sobre Europa. Si se confirma la autoría del accidente, el copiloto Andreas Lubitz, la desconfianza entre los ciudadanos europeos, la gran lacra social que nos depara este tiempo, experimentará un crecimiento exponencial.

¿Qué revela la fiscalía de Düsseldorf? “Varios años antes de obtener su licencia, el copiloto había estado bajo tratamiento psiquiátrico durante un largo periodo de tiempo con evidentes tendencias suicidas”. ¿Por qué un joven con estos antecedentes, ahora revelados, sin reparar en la confidencialidad de los datos médicos, se convierte en piloto de unas líneas aéreas comerciales, que deberían extremar el celo? Las compañías aéreas regulan la contratación de personal, conforme la legalidad, sujeta ala eficacia y eficiencia que hoy se demanda. Lufthansa ocupó el puesto 10, entre las mejores aerolíneas del mundo, según World Airline Awards, en 2014 (auditoría Skytrax).

Los ciudadanos europeos estamos presionados por unos medios de comunicación que constantemente nos informan, con imágenes y relatos, del terrorismo que sacude el continente europeo (atentado Charlie Hebdo) como Oriente Medio, con el protagonismo del Estado Islámico, que difunde los vídeos de las ejecuciones públicas que aplica a los prisioneros, sin importarles la ciudadanía o religión, en cuestión. Y un joven alemán les roba el papel principal a unos anónimos yihadistas, tal vez de procedencia europea, que esperan su oportunidad.

Todo parece indicar que el copiloto tuvo que preparar concienzudamente el sabotaje; tal vez, lo circunstancial sea el vuelo y la localización precisa del accidente aéreo. Los problemas psíquicos del piloto alemán no constituyen una rareza, en la sociedad europea actual. El impacto de los desórdenes mentales en las sociedades europeas ha aumentado por los efectos duraderos de la recesión económica. El piloto alemán Andreas Lubitz ha crecido en este entorno, aunque Alemania sea el país de la EU mejor librado. El estudio del Departamento de investigación clínica de la compañía Lilly, en 2009, “La depresión: una hipoteca social. Últimos avances en el conocimiento del coste de la enfermedad” avanza como resultado: “El coste total de la depresión en Europa se ha estimado en 118 billones de euros, y la mayor parte de esta cifra (61%) se debe a los costes indirectos referidos a bajas por enfermedad y pérdidas de productividad. La carga económica de la depresión en España ascendería a 5.005 millones de euros anuales, con una distribución por categoría de recursos muy parecida a la europea”.

La depresión es una enfermedad muy importante en las sociedades avanzadas, como la europea; pero los trastornos mentales abarcan otras muchas enfermedades. Y reconocemos que la importancia incuestionable de los derechos humanos juega en favor de la recuperación efectiva de las personas que sufren, en algún momento de sus vidas, un trastorno mental pasajero. A esto se dedica la organización Mental Health Europe , por ejemplo. Es una corriente muy fuerte en Europa; estamos seguros que el piloto alemán dibujaría un retrato robot de un ciudadano rehabilitado.

No sabemos lo que cambiará este desastre aéreo en lo concerniente a la programas de recuperación de personas con problemas mentales no enajenadores. La acción criminal de Andreas Lubitz nos recuerda el impacto de los desordenes mentales en la vida actual. Convivimos con la locura liviana, con los desórdenes laborales, familiares, educativos, sociales en una palabra. Una sociedad dominada por el comercio tiene este precio; las contradicciones no desaparecerán.

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