Nuevas elecciones o segunda vuelta de facto. El bipartidismo, esa institución occidental, tiene una nueva oportunidad de revalidar la confianza de los españoles. Por el contrario, los partidos emergentes, con aparentes aspiraciones máximas, tienen una segunda oportunidad. En el 26J, el país experimentará con la influencia que puede ejercer el verano sobre la masa de electores. La corrupción como escaparate castizo, la larga recuperación de la crisis económica y la pugna entre líderes que no despiertan al león dormido.

Ya no basta con la confianza puesta en los líderes el pasado 20-D; el único pacto cierto fue entre PSOE y Ciudadanos, cuyo efecto sobre la campaña en ciernes es difuso. El Partido Popular sólo puede aspirar a ganar las elecciones, sin mayoría holgada. El liderazgo de la izquierda, entre Podemos e IU, si se confirma y el PSOE, es la antesala de los pactos definitivos. Esta disputa ocupará parte de la pre campaña y la propia ronda electoral

Más que nunca hay que revisar los programas de los partidos; las apariciones públicas de los candidatos no deben suponer caer en errores pasados, a los que contribuyen los medios de comunicación, que no comparan los programas de los partidos, con sentido verdaderamente crítico. El 26J es casi simultáneo con el Brexit británico (día 23); tampoco Europa ocupa una parte mínima apreciable en la política española, y se demostrará en la campaña electoral para estas nuevas elecciones.

Si la corrupción política se ha cebado con el Partido Popular es, sencillamente, porque esta formación conoce una deriva, desde el golpe de Estado del 11-M. Los comportamientos irregulares, que la opinión pública juzga con severidad, proceden de los acontecimientos dramáticos que se resumen en una palabra: traición. Si acaso Mariano Rajoy está perjudicando a su partido, porque ha perdido la mayoría absoluta y ha desaparecido el poder que atesaraba en las autonomías, nos atrevemos a decir que no le importaría perjudicar al régimen. Una maldad que no se apreciaba en la derecha política, desde la Transición.

El votante del Partido Popular ha demostrado tras la legislatura del gobierno de M. Rajoy, que no vota por imperativo moral; son otras las consideraciones que se barajan, desde criterios estrictamente políticos o juego de interés. Por ejemplo, la derecha política ha ratificado que la banda terrorista ETA no puede caer derrotada, vencida; nada de eso, y la irrupción de Otegui en escena es una buena prueba de ello. Las complicidades con el terrorismo nacionalista vasco permanecen en la sombra. Y con el gran terrorismo en general.

Ciudadanos, que ha conseguido protagonismo por el entendimiento con el PSOE, infructuoso, tienen que resistirse al destino de partido bisagra; es la ambigüedad de una formación política de centro.

¿Ayudan los medios de comunicación al votante crítico, que no tiene compromisos insoslayables? En absoluto, lo que supone averiguar que el periodismo es muy dependiente de los partidos. La independencia es difícil de conservar y pregonar, más si cabe que el enriquecimiento es la moral dominante en nuestra sociedad urbana, organizada bajo los imperativos de los mercados.

La economía estará dominada por el desempleo, todavía muy alto, digan lo que digan los responsables en funciones del gobierno. Estaríamos ante una oportunidad de reflexionar sobre la política seguida en España y en UE, ante la crisis financiera y de deuda soberana, que ha dinamitado parte de la economía real española. Convendría recordar la entrevista que concedió el economista Richard Koo al País.

El fenómeno Podemos es un curioso enfrentamiento entre abogados del Estado, por una parte, y profesores universitarios de ciencias políticas. Podemos necesita fontaneros y considerar en sus mensajes realismo europeo, ante el 26J. ¿Es Podemos un catalizador del león dormido? Lo sabemos, tal vez.

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