A pocos días de la Diada, la fiesta nacional de Cataluña, las noticias se suceden y confirman que la insurrección de la Generalidad continua y avanza preocupantemente. Ya aviamos avisado de que el secesionismo catalán juega a favor del tiempo. Una trampa que el Estado español no evita, de ninguna manera.

Es más, ¿sería posible que, si la situación política en España sigue con el problema catalán no resuelto, abandonase la UE, tras Gran Bretaña? Sería por decisión de la propia UE; no hay precedente; sin embargo, la deriva del Brexit facilitaría nuevos candidatos a abandonar la UE.

¿Qué sentido tiene el comportamiento de los jueces belgas y alemanes, contrarios a las exigencias españolas? Estamos hablando de socios dentro de la UE. La separación de poderes se sobreentiende en Bélgica y Alemania, pero si el conflicto catalán ha llegado a internacionalizarse, la justicia es un apéndice de la política. A pocos días de la Diada, los independentistas consiguen reafirmar que España pertenece al bloque hispánico, como Gran Bretaña al anglosajón. La UE para Alemania y aliados.

El régimen del 75 ha dado sobradas muestras de incapacidad para enfrentar el desafío catalán. Los partidos políticos han fracasado como en la II República española. De nada han servido las mayorías absolutas en manos del Partido Socialista y Partido Popular.

Cada vez nos parece más realista que la Transición, que sirvió para la creación del régimen del 75, una monarquía parlamentaria que pactaba con los nacionalistas vascos y catalanes, es un plan suicida. No se comprende la actitud de los gobiernos españoles, desde Adolfo Suárez, el mejor presidente que hemos tenido.

El alarde “De la ley a la ley” se ha vuelto contra el propio régimen del 75. La Constitución del 78 sigue paralizada por el conflicto de dos legalidades: constitucional y republicana.

El bloque constitucional es una ilusión, tanto en Madrid como en Barcelona. Es harto evidente que ha llegado la hora de una revisión en toda regla del modelo autonómico.  A pocos días de la Diada, el país parece vivir en una inconsciencia colectiva permanente.

La pelea entre el Estado español y la Generalidad catalana semeja a dos púgiles abrazados para evitar el cruce de golpes. Es el recurso al que recurre el Estado español, bastante menoscabado, por razones internas y externas.

Es posible que el tándem Rajoy-Soraya sigan obsesionado con hacerse con el control del Partido Popular. Como el gobierno de Rajoy ya avanzó en la no solución a corto plazo de la rebeldía catalana, la opción republicana es una baza cierta que aparece en el horizonte.

Lo cierto es que, a pocos días de la Diada, España no ha cambiado, desde el siglo XIX. La inestabilidad política persiste, con independencia de la mejora social y económica, acumulada en las últimas décadas. Las castas políticas regionales pueden poner patas arriba el régimen del 75, como antes ya lo habían hecho en otros momentos históricos, como el cantonalismo del XIX.

No nos damos cuenta de que las instituciones moldean limitadamente a los individuos. Hay quienes se complacen en dejarse llevar; posiblemente se den en el conflicto catalán unas circunstancias que hagan factible la mediación de la Iglesia Católica, que ya demostró su experiencia y conocimiento en el caso de ETA.

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