La Globalización ha quedado marcada, otra vez, para incautos, con el desastre de la industria textil Rana, en Bangladesh. Trabajadores como esclavos, porque el capitalismo occidental mezclado con el oriental, la salvaguardia del sistema, persigue los orígenes, como cualquier doctrina o disciplina de acción, entroncados con el mercado de esclavos ( Eric Williams y Marx). La evolución del capitalismo no es óbice para una involución localizada y apoyada en circunstancias propias, como es el caso de Bangladesh.

Llamamos globalización a la pax americana; el orden internacional se sustenta con el poder militar imperial de EE UU, todavía no contestado. Tras la Guerra Fría, Estados Unidos enfrenta el terrorismo internacional y propaga la revolución neoliberal por el mundo. La Ronda de Uruguay, desde la apertura en 1986, hasta 1993; 117 países celebran el acuerdo de favorecer la libertad en el comercio internacional. En 1994 el NAFTA, el acuerdo de libre comercio entre EE UU, Canadá y México empezó a aplicarse. No afectó a todos los sectores productivos de los citados países. Clinton traicionó a los sindicatos norteamericanos. Promesas electorales.

La catástrofe de Bangladesh estuvo precedida de huelgas y protestas que habían trastocado el sector público. El país asiático es el segundo mayor exportador textil del mundo. El contrabando es muy importante para este país. Los compradores, presumiblemente occidentales, quieren tener siempre opciones a mano: el traslado de la producción a otro país es una amenaza que pueden hacer realidad. Walt Disney se apresura a dejar Bangladesh.

Qué información llega a las cadenas de tv europeas, como la española, centrada en el suceso y en las consecuencias humanas. Ningún medio de información importante español describe el contexto conflictivo, que ha podido quedar solucionado con la catástrofe, a corto plazo. No se debe ahondar en la deslocalización, el fenómeno que acompaña la globalización. El rotundo éxito de las clases dominantes occidentales y asiáticas, que llevó al multimillonario Warren Buffett a decir: “Es una lucha de clases, y mi clase vencerá, pero no debería.” (Cita en “La crisis rompe las reglas” Max Otte con Thyomas Helfrich).

Si el capitalismo actual, tan bien descrito por Edward Luttwak en “Turbocapitalismo” (Editorial Crítica), llegase a debilitarse en Occidente, algo muy improbable, por los progresos de los derechos humanos en un nueva fase tras la crisis, por las exigencias políticas de la responsabilidad social corporativa, a tenor de las paradojas entre accionistas y activistas, que se refleja en las relaciones de poder de las grandes empresas. El talón de Aquiles está en la tecnología. No obstante, la OTAN pelea en las pérdidas montañas de Afganistán para proteger las rutas comerciales con Oriente, abiertas en el siglo XIX. También se persigue,  objetivos geoestratégicos clásicos, reconocibles en el Imperio Británico.

Uno de las metas de EE.UU. es asegurarse de que Oriente propague la producción capitalista con igual o mayor eficacia. Desde el siglo XIX, Estados Unidos es la potencia occidental que influye con más fuerza. La Guerra Fría permitió la ascendencia de la Unión Soviética en Asia. La economía dirigida era la moda, hasta la llegada del mercantilismo, en los años noventa.

 

La pax americana, tras la victoria sobre Japón y Alemania, es la continuación de la pax Británica. Dos potencias navales, pero desde la II Guerra Mundial, Estados Unidos sólo conoce campañas terrestres: Corea, Vietnam, Irak, Afganistán. El gobierno norteamericano  es extremadamente agresivo: más de 600.000 muertos en Irak, desde 2003. ¿Entre Occidente y Oriente, la incógnita es el Islam? Bangladesh es un país islámico (89% de la población).

La globalización, como cualquier doctrina, tiene una parte considerable de propaganda. Michael Hartmann publicó en Le Monde diplomatique (edición septiembre 2012) el artículo “El mito de la “clase global”. Las grandes empresa, en sus respectivos países, se componen de directivos nativos; no existe una casta directiva mundial, que propague el liberalismo en contra de las peculiaridades regionales. Y no es un trabajo que esté por hacer.

A finales de los noventa, el sudeste asiático conoció una grave crisis económica y financiera, que empezó en Japón y se extendió por Tailandia, Malasia, indonesia, Corea del Sur. Una crisis financiera y económica desconocida, en un contexto de flujos financieros globales. El FMI intervino conforme a la fama que tiene esta institucional.

Una década después , la crisis económica y financiera alcanza a Occidente, en particular la zona Euro. Esta región todavía no se ha recuperado de las consecuencias de la crisis que estalló en el año 2008. Ninguna otra región del mundo ha conocido un contagio de Occidente.

Es obvio que la globalización es, en gran parte, un mito. Hay regiones económicas y financieras bien delimitadas, con características propias. Las respectivas crisis en el sudeste asiático y Occidente lo prueban bien a las claras.

La globalización es la pax americana. Pero detrás de Estados Unidos no hay un país occidental presto a tomar el relevo. Este es el chantaje de EE.UU. al resto de países occidentales. Es muy tentador un siglo XXI americano, por el temor a que una potencia no occidental imponga su ley. La globalización cambiaría, el orden tal y como lo conocemos desaparecería. Es el ejército imperial de Estados Unidos el sostenedor del orden financiero mundial. Más de 1000 instalaciones militares a lo largo y ancho del mundo. Un presupuesto anual descomunal, a pesar del recorte previsto, es de  682.000 millones de dólares (año 2012). La metrópoli, EE.UU., impone las reglas, derroca regímenes, invade países, provoca crisis financieras, impone las modas políticas, empresariales, culturales, personales. Y el dólar es la moneda franca.

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