El salto evolutivo del capitalismo, una nueva revolución industrial, la cuarta, que cambiará muchas cosas en el mundo. Empezando por la mentalidad individual y colectiva, en los roles sociales dominantes que depare la revolución digital.

Un flash rápido nos lo proporciona un artículo de BBC

El capitalismo, como cualquier otro sistema, se compone de muchos elementos, entre los cuales no se ha encontrado casi nunca el humanismo, en sus diferentes formulaciones. Si el renacimiento nos trajo un humanismo emancipado de la autoridad de la Iglesia de Roma, esta doctrina se ha mezclado con otras corrientes filosóficas, como el existencialismo.

Sin embargo, el capitalismo es obra de los hombres, insertos en una clase social. Pero hay una cosa clara, que no debemos olvidar, a las puertas de la revolución digital: el primer capitalismo fue posible por el mercado de la esclavitud. La obra del historiador Eric Williams, “Capitalismo y Esclavitud” demuestra que un primer capitalismo no se pudo formar sin la acumulación de capital producto del mercado de esclavos en América.

Creemos que el concepto de “negatividad” de Hegel se quedaría corto para describir el capitalismo, siempre una jugada exitosa que atrae a tantos jugadores, bastante inconscientes de la reglas, usos y precios del capitalismo. Cuidado, una economía como la española, dominada por pequeñas empresas no es capitalismo. Una startup “unicornio” si responde al patrón capitalista, como las multinacionales y los mercados de bienes muy exclusivos, como los diamantes. El capitalismo siempre evoluciona y necesita acumulación.

La revolución digital nos enseña, que paradoja, que el talón de Aquiles del capitalismo es, y ha sido siempre, la tecnología. Por ello, el capitalismo no es conservador; la innovación es consustancial con la supervivencia del sistema capitalista. La revolución digital no se limita al dominio industrial. Lo más importante, sin lugar a dudas, es el impacto de estos nuevos hechos en la esfera personal, familiar, grupal, etc.

Ver para entender esto la serie documental “Panoramas futuros” en Documania.

Desconocemos hasta qué punto los Estados desconfían de la revolución digital, aunque los ejércitos dependen de la tecnología digital para la guerra moderna. Pero el aparato estatal está lejos de comprender la revolución digital, que ataca la autoridad, un componente moral propio de las sociedades tal y como las conocemos. Otras ideologías han mermado la autoridad de personas e instituciones.

La revolución digital es otra jugada maestra del capitalismo; no es fruto de la ola globalizadora que nos envuelve. Desde la aparición de la luz eléctrica…ha sido incesante el progreso de la electrónica, con las guerras mundiales como amplificadores de las novedades de los laboratorios de investigación.

La aparición del arma atómica limitó el horizonte geopolítico de los grandes Estados. No creemos que la revolución digital vaya a cambiarlo. Las guerras locales o regionales han sustituido a los grandes conflictos bélicos. Pero, ¿la implantación de la revolución digital precisa de una extinción masiva para triunfar?

La violencia estructural es una realidad en cualquier mundo que miremos. Contribuyen los Estados como los mercados. Sin embargo, ¿en qué se fundamentaría una extinción masiva, en los tiempos que corren?

La naturaleza ha propiciado extinciones de esta clase, en el pasado. Las Guerras Mundiales han replicado a la madre naturaleza.

Pero la extensión del poder humano, concretada en los hallazgos científicos y tecnológicos, ¿estaría tentado el genio humano en provocar una hecatombe planetaria?

La revolución digital no debería prescindir de esta variable tan inquietante. La vida es rabiosamente materialista, en una infinidad de detalles que pasan desapercibidos.

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