Sabemos perfectamente que Manuela Carmena es la candidata preferida para una hipotética Tercera República, para la izquierda nacional. La derrota de Mas Madrid en las recientes elecciones municipales y autonómicas reafirma la ilusión de Manuela Carmena. La legislatura que ahora se abre para Pedro Sánchez espera una apertura republicana.
Por el contrario, el Partido Popular ha perdido un millón de votos en estas elecciones municipales y autonómica de 2019. El hecho es tan demoledor que el instinto político de Pablo Casado debe garantizarle una estrategia de pactos a la altura de las circunstancias.
El centro-derecha, básicamente PP y Ciudadanos compiten entre sí, a pesar de los acuerdos que alcancen, sin reparar que la rebelión catalana justifica la existencia de Vox. Ni el PP y Cs han reaccionado a la descomposición del régimen del 75, porque el pacto de la transición está roto. La Constitución del 78 presenta unas dobleces inquietantes.
Las campañas electorales consisten en una calculada agitación que no permiten la reflexión comparativa; los candidatos saben atraer la atención de una mayoría de votantes, por el instinto de ganar.
Desde que se celebraron las Elecciones Generales en abril hasta las elecciones municipales y autonómicas, los medios de comunicaciones generalistas han ofrecido la zanahoria al partido Vox. Una táctica muy democrática que no ha impedido las descalificaciones y la propaganda no ha cesado en aparecer. Los resultados en las elecciones europeas, que también se celebraban, no son buenos para Vox; la mitad de los votos obtenidos en abril (Generales) se han esfumado.
La democracia parlamentaria es el mejor antídoto para los extremismos. Las elecciones, los pactos y el rol de los medios de comunicación relativizan la sobre actuación de los actores políticos.
Por su parte, Cs parece no escapar a la condición de partido bisagra; tiene el partido de Rivera la oportunidad de demostrarlo con los pactos que celebre. El desembarque en Madrid de Rivera y Arrimadas no favorece la reputación de Cs referida al enfrentamiento con el nacionalismo catalán.
Recordemos que los partidos políticos no salvaron la II República española; el intervencionismo militar fue crucial. Mientras ahora ha desaparecido la relevancia militar, uno de los aspectos positivos para el régimen del 75, los medios se han cuidado de no informar sobre el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, que fue boina verde del ejército español, la unidad de operaciones especiales.
Las elecciones municipales y autonómicas, recientemente celebradas, vuelven a demostrar el poder de las formaciones nacionalistas vasca y catalán. Este es el otro logro que puede presentar el régimen del 75. No tiene el Estado español resortes para revertir esta situación. Por el momento, no se ha dado la pinza de los nacionalismos catalán y vasco. Pero no quiere decir que no se produzca. La apertura republicana dictará tendencia.
Y precisamente el próximo gobierno nacional socialista deberá avanzar en la conspiración republicana. La derecha no parece enterase y se erige en defensora del régimen del 75, una contradicción a todas luces. La apuesta de Rajoy ha tenido un precio muy alto para el Partido Popular. Las elecciones municipales y autonómicas tal vez parezcan una cortina de humo.
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