Para los partidos políticos las elecciones suponen una disputa en el reparto de poder; para el pueblo, que será convocado el 24 de Mayo, una oportunidad de ser «mis primeras o últimas elecciones» en función del ciudadano que se acerque a un colegio electoral animado o resignado. Una participación que supere el 50% es un éxito para los partidos en liza, toda vez que manejan cálculos y no expectativas. La abstención tiene un momento álgido que se desinfla por la real indiferencia de los partidos y los medios de comunicación. La democracia tiene en las elecciones el mecanismo perfecto para regenerarse y expandir la ilusión identitaria que cautiva a los electores.

Si las encuestas vaticinan la disolución de las mayorías absolutas, el valor de nuestro voto es el mismo que en otra convocatoria electoral. El gasto electoral para este año se estima en más de 400 millones. Las democracias burguesas son regímenes políticos muy caros; convencer al ciudadano es una tarea ardua, por lo que cambian los candidatos y los programas en liza. La aparición de nuevas formaciones reta a las formaciones viejas y gastadas, que transmiten la indiferencia por el ciudadano, siempre distraído y poco exigente.

Las campañas electorales no ocultan que las democracias de sufragio universal no solucionan los grandes problemas sociales que hay en las sociedades avanzadas. El paro, particularmente grave en nuestro país; la lucha de clases, sin la que no se sustenta la globalización económica y cultural; el envejecimiento de la población, un hecho irreversible para los países europeos; los problemas familiares que debilitan los movimientos sociales y comprometen la independencia del ciudadano. La delincuencia no se ataja, porque ha creado un mercado de la seguridad próspero y las leyes penales y penitenciarias refuerzan los factores que inciden en este mercado ( detrás está la sociedad, aunque no lo parezca).

El Reino de España necesita año tras año sobre 200.000 millones de euros; recurre a los mercados financieros, que cubren esta demanda. Los grandes partidos que han gobernado, Partido Popular y Partido Socialista condicionan los presupuestos generales del Estado con la deuda contraída cada ejercicio económico. Nuevos partidos que entrasen en juego, no podrían fácilmente cambiar esta costumbre y cumplir con lo que han prometido en la campaña electoral, con menos recursos que las grandes formaciones.

No sabemos sí los ciudadanos hacen números al comparar los programas electorales. Si tuvieran el cartel que reproducimos en este post podrían sacar conclusiones equivocadas y no encontrar el partido adecuado. Las primeras elecciones se convertirían en las últimas y no se trata de un comportamiento ensalzable. Las convocatorias electorales llegan en el momento oportuno, tanto para el que medite un voto de castigo o reafirme la tutela de los grandes partidos políticos. La vida sigue igual.

Print Friendly, PDF & Email