La desaparición de tres periodistas españoles en Siria reconforta a políticos y periodistas patrios, porque eleva la cotización del país en círculos políticos internacionales y medios de comunicación. Previsiblemente, España no abandonará a estos intrépidos profesionales a su suerte, pero esto no cambiará la tradicional neutralidad española; ahora con la Primavera árabe. No en balde, el ministro español de asuntos exteriores, García Margallo, ha dicho que la valoración de España “está ahora ligeramente por encima de su categoría”. Coincidencias.

Oriente Medio es un desastre, sin paliativos. Por supuesto que la gran crisis económica que arrancó en el 2007 ha tenido continuidad con la guerra que ha extendido la Primavera árabe, en una región muy importante para Europa. Los planes estratégicos de Estados Unidos, Gran Bretaña, las Monarquías wahabitas (Arabia Saudí y Qatar) e Israel no coinciden con las necesidades de la Unión Europea, expresadas por la tibieza alemana; Francia como Turquía juegan una ambigüedad que dificulta la posición europea, tan comprometida por la OTAN y la propia UE. Se sostiene a Grecia para proteger el Euro; pero la política exterior y de defensa es otra razón para la desunión.

Tradicionalmente, Estados Unidos derroca líderes autoritarios o dictatoriales, con los que haya colaborado en algún momento; es el caso de Saddam Hussein, ya muerto, que sirvió a los intereses norteamericanos con la guerra Irak-Irán. La Primavera árabe eliminó al líder libio M. Gadafi, al tunecino Ben Ali; el líder egipcio Hosni Mubarak (1981-2011) cayó con la irrupción de los Hermanos Musulmanes en la escena política de Egipto; un movimiento wahabita relanzado con la Primavera Árabe. El presidente nuevo, Mohamed Morsi, elegido en unas elecciones democráticas, cae el 3 de julio del 2013 por la acción del ejército egipcio; en Qatar el relevo en la jefatura del Estado se concretó en junio del 2013: Tamim al Hamad al Zani, nuevo emir.
Se supone que Estados Unidos cambió su estrategia para la región con estos movimientos tácticos; la indefinición sobre Siria también compromete a Estados Unidos.

El fundamentalismo islámico que representa el wahabismo es la base del yihadismo que opera en Oriente medio, desde la invasión soviética de Afganistán y las partidas de combatientes islámicos que aparecieron con el apoyo de la administración Reagan. Es una escuela herética, dentro del Islam Suní, que surgió en el siglo XVIII. En Arabia Saudí reina la dinastía de la casa de los Saud, desde el 22 de septiembre de 1932; Gran Bretaña ya apoyó a esta familia, en el siglo XIX, en su disputa por el reino saudí. A la postre, la responsabilidad británica en la extensión del Wahabismo es otro hecho correctamente ocultado y que justifica la posición del Reino Unido, que podría salir de la UE, por varias razones bien fundadas, como es su complicidad con el wahabismo. ¿En verdad, se ha combatido el terrorismo yihadista?

El acuerdo entre Estados Unidos e Irán para frenar el desarrollo nuclear militar de éste, cuenta con el apoyo de Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania. Es otra prueba que la UE es una ficción política; Irán juega una baza en favor de la paz que deja en mal lugar a Israel o las Monarquías wahabitas. Por otra parte prueba el alto valor de los funcionarios que han gestado el acuerdo, al mismo nivel o más que los directivos de las multinacionales.

La proyección del yihadismo es una realidad, desde la década de los ochenta, del siglo pasado. Ha encontrado ahora una dimensión nueva con el Estado Islámico; ciertamente la Primavera árabe, que se resuelve en Siria e Irak, triunfará si consigue dividir estos dos países. La importancia del mandato presidencial de Barack Hussein Obama II estribará en la solución final para Siria e Irak. Con todo, la situación en Oriente Medio debería provocar cambios en Europa, que tiene importantes comunidades musulmanas en su seno.