Europa quedó devastada por la II Guerra Mundial. Entre las causas de esta vasta conflagración, el crash bursátil en la bolsa de New York, en octubre de 1929, con la consiguiente crisis económica que afectó severamente al continente europeo, en particular Alemania. La guerra mundial adelantó a Estados Unidos al plano imperial; la Guerra Fría otorgó un genuino cinismo al país norteamericano, que dispone de un ejército repartido por todo el mundo. A pesar de la preponderancia del comercio, a escala mundial, gracias a la globalización, el orden se sustenta con el poder militar norteamericano, precisamente en Asia, por lo que Alemania es escasamente relevante, a pesar de su poder económico, con un PIB (2010) de 2,940 (miles de millones de $); sin fuerza nuclear ni derecho de veto en el Consejo de las Naciones Unidas.

La crisis financiera y económica que estalla otra vez en Estados Unidos, en el 2008, golpea con dureza a Europa, que está sometida al poder norteamericano, por lo que no hay una solución a la vista para la crisis de deuda soberana, a pesar de las instituciones europeas, tan condicionadas, y que compromete a varios países, entre ellos, España. Cada país reacciona por su cuenta, como en los años treinta del siglo XX.

La Unión Europea es una alianza de naciones derrotadas (II Guerra Mundial); Alemania domina la organización europea, pero no dispone de voluntad política para destruirla, salvo que fuera el desenlace de la crisis actual, conseguido con modos políticos indirectos, lo que sería la solución al alcance de un país que resurge en el concierto internacional. Entre tanto, reuniones inútiles para el ciudadano medio europeo, del Consejo de Europa, la Comisión; la entente franco-germana que proporcionan propuestas y acciones sujetas a la real soberanía europea, a través del Banco Central (BCE), entre otras, lo que ha supuesto una ayuda directa a los bancos continentales, como los españoles.

Con el regodeo de las naciones anglosajonas, a partir de su prensa en papel y digital, con el desastre europeo, Estados Unidos necesita concentrase en Asia-Pacífico, la zona más dinámica del mundo en cuestiones económicas y dado el ascenso militar de China.

Pero que Europa no suponga ningún quebradero de cabeza, en la retaguardia, para la primera potencia mundial, para lo que confía ésta en la Unión Europea y la OTAN, las dos organizaciones que someten a Europa. No obstante, Estados Unidos reduce su presencia militar en el viejo continente, expectante en que la primavera árabe atraiga los esfuerzos europeos, a medio plazo, temerosos de las consecuencias en las generaciones de musulmanes emigrados a Europa. Estados Unidos presiona de muchas maneras. La debacle del euro o la ruptura de la UE, mientras no afecte al dólar, lo descontaría EE.UU al reafirmar su confianza en Alemania.

Las élites alemanas parecen divididas sobre alianzas futuras. El partido Unión Cristiana demócrata está a favor de los intereses atlánticos, dada la gestión de la crisis del gobierno de Angela Merkel que ancla a Alemania en el status quo norteamericano, aunque no crea en la situación y menos aún en la UE. Por su parte, Wolfgang Reitzle, director ejecutivo de The Linde Group, propugna en una entrevista a Der Spiegel la inclusión de Rusia en la Unión Europea, para conseguir un reequilibrio de las fuerzas internacionales y que Europa y Alemania no queden definitivamente relegadas. Gracias al proyecto ABM, el Nuevo Escudo Antimisiles norteamericano tendrá bases de misiles interceptores en Polonia y en la República Checa, Rumanía, Turquía e incluso España, en la base naval de Rota, aprobado por el gobierno de Zapatero. El proyecto, culminada la primera fase, es una pieza de estrategia política antes que militar, y demuestra la resistencia de algunos países europeos, comunistas en el pasado, al acercamiento de Rusia, país aislado que parece reaccionar con su actitud ante Siria, ya que favorece el sostén del gobierno de Bashar al Assad, en contra del partido rebelde apoyado por Estados Unidos y otros aliados.

Los alemanes y rusos que confían aún en un acercamiento completo lo tienen muy difícil. Otro alemán universal, el Papa Benedicto XVI, concedió una entrevista al periodista Peter Seewald; el documento es un libro, «La luz del mundo», en el que el máximo mandatario católico esgrime el ecumenismo para defender un acercamiento a la Iglesia Ortodoxa (15 iglesias autocéfalas). El instinto nos avisa de que la crisis griega tiene un componente religioso, que se desarrolla con sigilo.

Las soluciones no parecen venir de las alianzas, en Europa. Para demostrar hasta qué punto cada país defiende como puede sus intereses, «China se convierte en el principal socio comercial de Alemania» con una cifra de 132.000 millones de euros.

La proyección demográfica de España es desastrosa; Alemania no se queda a la zaga. No existen demasiados intercambios culturales entre los países de la Unión Europea. El cine norteamericano copa las salas cinematográficas, como las series de televisión estadounidenses llenan el contenido de los canales de tv europeos. La música anglosajona, aún con la cultura negra, es el gran referente para la juventud europea, que, a excepción de las becas universitarias como Erasmus, no tiene instrumentos apenas para ahondar en los lazos comunes.

La crisis financiera revela que España, Italia, Grecia, Portugal, etc., podrían tener muchos problemas para conseguir capital extranjero, a corto y medio plazo, dada la evolución reciente del mercado financiero europeo. Estados Unidos podría revisar los movimientos financieros hacia Europa, dado que las alianzas son formales, como ha puesto a prueba la crisis actual. Las potencias emergentes son el pretexto ante la opinión pública europea, pero es una realidad incontestable el ascenso de China, India, Brasil… Las élites españolas han encontrado en la globalización la coartada para traicionar al país, dado que permitieron la orientación política de la monarquía de Juan Carlos I, la compensación histórica al bando republicano español, refrendado por EE.UU. y Alemania (no reunificada).

Una solución para Europa, desde los países católicos, no cotiza. Pero la doble moral es un hecho común a protestantes y católicos, en un continente que ha adoptado la apariencia agnóstica; véase documentos constitutivos europeos. Apostar por Alemania es obvio pero no cabe esperar nada. No hay líderes y el afán individual de enriquecimiento, entre las clases altas, explica lo sustancial ante la nueva debacle europea; el refugio del bono alemán. La codicia y el miedo son los dos instintos dominantes en los mercados financieros, como demostró el premio nobel Daniel Kahneman (véase la referencia en el libro «La crisis rompe las reglas» del economista alemán Max Otte entrevistado por el periodista Thomas Helfrich); pero la corrección política está detrás, porque siempre se utiliza el dinero para dominar. Para nosotros, no hay salida. La Dictadura perfecta es el régimen político de las sociedades abiertas occidentales, gracias a la conjunción de capitalismo y democracia: un nuevo feudalismo.

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