La salida del Reino Unido de la UE se conoce como Brexit. Tras el exitoso referendo sobre Escocia, ganado por el gobierno conservador, que corrió riesgos, el gran tabú de la política británica dejará de serlo: por fin, los británicos votarán para permanecer en el club europeo o abandonarlo. Los británicos aducen singularidad, un concepto que aquí conocemos bien, pues el nacionalismo catalán lo emplea. Posiblemente, la Generalidad catalana espere la ruptura del UE como una baza más para conseguir sus aspiraciones.

El Primer Ministro, David Cameron, y el Canciller de Hacienda, George Osborne, optan por quedarse, por sus declaraciones y amenazas: “El ministro de Finanzas británico, George Osborne, ha afirmado este miércoles que presentará un presupuesto de emergencia por si Gran Bretaña vota a favor de abandonar la Unión Europea, pero 57 legisladores del partido conservador han respondido que bloquearían la medida.”  La noticia.

La unidad en el Partido Tory no es tal, y el eurocentrismo de Margaret Thatcher revive con fuerza. Es una oportunidad largamente anhelada por una parte apreciable del pueblo británico y el Brexit se lo facilitaría.

El león británico no acepta el liderazgo económico y político de la Alemania unida. El mundo de las finanzas, conocido por la City londinense, acostumbrado al travestismo político y moral de los negocios, se congratula de parecer el verdadero poder, en la sombra, no podrá manifestar su auténtico sentimiento. La libra sobrevalorada es un tesoro: entre un 10 y 15%, según valoraciones

Gran Bretaña entró en la CEE en 1973; en el contexto de la Guerra Fría y con Alemania dividida entre los dos bloques antagónicos, las consecuencias políticas de la Segunda Guerra Mundial todavía dominaban y el establishment británico aceptaba el status quo; la revolución neo conservadora debía esperar unos años: en 1979 triunfó Margaret Thatcher y en 1984 consiguió la conocida devolución británica, el reintegro anual que recibe el Reino Unido como parte de su aportación a las finanzas europeas.

Cabe conjeturar que los británicos son escépticos a que finalmente Estados Unidos y Europa firmen el Acuerdo de Libre Comercio (TTIP). Las protestas en Francia al proyecto de reforma laboral del gobierno socialista es un anticipo de la reacción europea a un acuerdo con Estados Unidos en materia comercial con amplia repercusión en las competencias europeas.

Los sucesos violentos en la Eurocopa 2016, en la antesala del partido Inglaterra-Rusia, a cargo de los seguidores británicos y rusos es una manifestación más del sentimiento a favor del Brexit. No siempre el deporte une y la  reiterada mala educación inglesa lo demuestra.

La salida de Gran Bretaña podría consumarse el próximo 23 de junio. Un golpe duro para el Primer Ministro conservador, David Cameron, y por añadidura, para el partido Tory. Ya hemos comentado que la UE está paralizada en el campo político y el exceso de racionalismo que domina la cultura occidental no permite el discurso emocional en determinados escenarios, como los medios de comunicación.  El Brexit, tal vez, es lo que necesite la UE, en medio de la crisis de los refugiados de Oriente Medio y el ascenso de los partidos nacionalistas, en Austria, Alemania o Francia.

En España, la campaña electoral domina la escena política y en el reciente debate entre los cuatro principales candidatos, las declaraciones fáciles sobre asuntos foráneos es la moneda corriente.

Si queremos ahondar en el Brexit, el informe de la BBC es muy conveniente. Las raíces medievales de Europa están en juego, como contrapunto de la Globalización.

 

 

 

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