El diario El País entrevista al periodista británico Paul Mason, del que desconocemos obras anteriores, pero que es actualidad por el reto que plantea en el último de sus libros: Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro (Editorial Paidó).

Conforme con los usos del marketing, algo muy propio de los mercados, el periodista lanza este mensaje, oportuno en un contexto europeo como el actual: “La época dorada del capitalismo ya es historia en el mundo desarrollado y en no muchas décadas lo será también en el resto de países”.

Paul Mason asegura que las empresas y los Estados cederán ante un modelo cooperativo, que aproveche la revolución tecnológica.  “Estamos ante una disyuntiva clara: un modelo colaborativo o un futuro distópico, una especie de feudalismo tecnológico en el que se multiplicaría la desigualdad».

El capitalismo es un sistema económico que depende de la tecnología, entre otras cosas, desde la primera revolución industrial y no del consenso democrático, si no quiere ver frenada la irrupción de nuevos productos, en los múltiples mercados de la economía moderna, que demuestra la importancia del consumo en los hábitos de la gente, en las sociedades avanzadas y en desarrollo.

La tecnología, la genuina creación humana, ha logrado productos increíbles, gracias a las grandes empresas, su organización y disciplina, y comprobamos logros imposibles de conseguir, como los fármacos de última generación o los teléfonos inteligentes, sin la realidad empresarial capitalista, llena de talento y codicia. El capitalismo es flexible como un junco y triunfa en Oriente, no por igual; una realidad es China, Corea del sur y Malasia, y otra distinta, Laos, Nepal y Mongolia.

Paul Mason es redactor jefe de la cadena televisiva Channel 4 News y colaborador del diario The Guardian. Como señala El País, el periodista es un discípulo del economista estadounidense Jeremy Rifkin, autor éste de la obra La sociedad de coste marginal cero (Paídos 2014).

El comercio es distinto del capitalismo; característico de la civilización humana, el comercio ha sido un vehículo de transferencia cultural, con importancia singular. Paul Masón se refiere a los mercados con desdén, sin atender que una cultura de colaboración precisa de los mercados o la propuesta carece de realismo.

Para darnos cuenta de la importancia del comercio para el progreso, el documental Jesus Rise to power refiere la importancia de San Pablo para el cristianismo; ciudadano romano, Paulus extendió el mensaje cristiano por los confines del mundo romano oriental. Pero hay una particularidad, el caracol marino murex era la materia prima para elaborar el tinte púrpura favorito de las élites romanas; un mercancía muy cara que fundó un comercio próspero que según el documental ayudó a San Pablo en su tarea evangelizadora, por mar, la vía comercial por excelencia en el siglo I de nuestra era. Hay pruebas que las primeras comunidades cristianas aparecieron en asentamientos costeros y cabe destacar la figura de las mujeres en estos desarrollos. Y sobresale la primera conversa cristiana de San Pablo en Europa, Lidia, que se dedicaba al comercio del tinte descrito; era una empresaria, con su red de contactos comerciales, muy extensa en el Mediterráneo que permitieron la difusión del cristianismo temprano.

El asunto, verdaderamente desconocido, nos muestra que el comercio y la religión no tienen por que estar enfrentados, tal y como parece hoy en día, por la fuerza del capitalismo global. Convendría rastrear la cultura colaborativa en las primeras comunidades cristianas; ¿la propuesta de Paul Mason evita este hecho? Qué cambios son necesarios para que la economía colaborativa se imponga en regiones clave para la civilización humana?

La gran crisis financiera del 2007 ha dejado un rastro de depresión que se evidencia en los vaticinios de una nueva crisis bursátil; el capitalismo global tiene el respaldo de la pax americana, la dominación de Estados Unidos, que para solucionar el crash del 2007 ejecutó la Primavera árabe, con consecuencias desastrosas para la zona mediterránea, lo que conlleva la preponderancia de la región Asia-Pacífico para el país norteamericano.

El capitalismo global se sostiene con la fuerza militar de Estados Unidos; el comercio moderno se inmiscuye en cualquier aspecto de la vida de los ciudadanos occidentales, que en una mayoría apreciable somos consumistas. Europa no tiene pujanza para favorecer cambios drásticos en los usos y costumbres. La economía colaborativa parece un sueño de una noche de verano.

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