La clase social entronizada por la Revolución Francesa y hoy dominante en la civilización occidental. La burguesía es el retrato del nihilismo que el arte plasma. Identificada con la democracia liberal, la burguesía es una clase endiosada y no admite la disputa por el gobierno de la sociedad. Hay tal variedad de tipos, que la síntesis está en la moral pública y la ética individual que defienden.

La única moral que reconocemos que promueve la burguesía es el afán de enriquecimiento; toda otra moral, tradicional o sincrética, debe supeditarse al deseo desmedido de riqueza. El oro es la medida de todas las cosas y las crisis del capitalismo no supone revisión alguna del propósito inicial, ya mostrado con el mercado de esclavos del siglo XVIII.

La permeabilidad de la burguesía es cierta; pero el criterio mercantilista prevalece. Es una clase muy difusa.

Los partidos políticos son la expresión política de la democracia según la burguesía. Los modelos podrán cambiar en los diferentes países occidentales; no obstante, el partido es la institución exitosa por encima del mito de la soberanía popular. Son las reglas de juego que la burguesía ha impuesto.

La burguesía no encarna humanismo alguno y, además, es el vehículo de las manifestaciones nihilistas que la sociedad occidental concibe. Consiente el estado del bienestar, gran logro celebrado por todas las clases, aunque no frena el aborto como cualquier clase de comercio, ya de armas, órganos o personas. De nuevo, la moral burguesa se sobrepone hasta demostrar una atracción desmedida por el crimen, el delito y la transgresión.

El control de los medios que producen cultura por parte de la burguesía asegura la reiteración en los asuntos que hemos mencionado. El film de Stanley Kubrick, La Naranja mecánica, capta los devaneos de la burguesía ilustrada con la violencia explícita o sutil del sistema.

Ni el proletariado o los campesinos han podido doblegar a la burguesía; es el Estado, a la postre, la institución que frena el ascenso de la burguesía, a través de la revolución, siempre que los elementos para estatales controlen el proceso. Por lo tanto, el papel liberador del proletariado, según la tesis marxista no tiene vigencia; sin embargo, la lucha de clases ha pasado el veredicto del tiempo.

La situación de la sociedades occidentales es una prueba de que la política no es la competencia principal de la burguesía. La independencia de los mercados y la globalización son la otra cara de la moneda. Desaparecido el modelo aristocrático, la burguesía se inspira en todo.

Un burgués puede carecer de patriotismo. La psicología burguesa tiene elementos propios del anarquismo en lo que respecta al Estado. Los elementos inquietantes de la mentalidad burguesa son ciertos y sólo las instituciones legendarias contrarrestan esta influencia: el Estado; las Universidades; las Iglesias y las mafias.

Aún siendo el comercio un poder del Estado, la burguesía aspira a la autonomía más amplia, con los tratados de Libre Comercio que Estados Unidos promueve hasta hoy, a la vista de la actitud del nuevo presidente. Consideramos muy difícil gobernar contracorriente.  La democracia liberal sería la victoria de la burguesía sobre el Estado y la consiguiente imposibilidad de la dictadura.

El Brexit ha puesto en evidencia la disputa entre la burguesía anglosajona contra la burocracia europea, aunque la ciudad de Londres votase por la permanencia en la UE. Gran Bretaña tiene grandes depósitos de oro (1/5 de la reservas mundiales, según alguna fuente). La burguesía anglosajona no duda en situar el interés en lo que realmente vale.

La burguesía y los enemigos del comercio

El ensayista Antonio Escohotado se ha ocupado de investigar la historia de Europa sobre la base del comercio: “Los enemigos del comercio: historia de las ideas sobre la propiedad privada”.

Es importante no tener ideas preconcebidas al fijar la atención en las relaciones comerciales, a lo largo de tantos siglos. La Europa cristiana es tan distinta de la actual, que no daríamos crédito al trabajo de Antonio Escohotado. Por cierto, el Papa Francisco ha aproximado a los cristianos al comunismo. La Europa de la alta Edad Media era hostil al comercio; la mentalidad dominante recuerda al comunismo, si somos generosos.

En efecto, el Papa reconoce que el cristianismo no tiene solaz en Europa.

Antonio Escohotado ha constatado que la renta per cápita ha aumentado un 2% anual, en los últimos 250 años, gracias al capitalismo. Podemos comprobarlo en una de sus conferencias.

Pero el comercio a pesar de la importancia que tiene en el mundo, es uno de los poderes del Estado, que ha facilitado las relaciones comerciales con rondas de negociación entre Estados para tal fin y con el liderazgo de Estados Unidos.

Toda la arquitectura financiera y económica depende del despliegue de las fuerzas armadas imperiales de Estados Unidos. Las rutas comerciales, fundamentalmente por mar, se sustenta de una gran potencia naval como Estados Unidos. Así que nos referimos a la paz impuesta por el comercio como Pax Americana.

La burguesía puede cumplir con el sueño marxista de la eliminación de las clases. La evolución de la democracia liberal lo conseguirá o no. Siempre conviene recordar al economista y sociólogo alemán Werner Sombart.

Su libro «El Burgúes».