Según fuentes fiables de la antigua Corona de Aragón, la bandera catalana no es la señera, sino la cuatribarrada. La Diada de septiembre del 2014 extiende el error. El Club Siglo XXI organizó el pasado 11 de septiembre una “Jornada para la historia”, sin duda interesante para los respetuosos con el pasado, pero que demostró el bajísimo momento por el que atraviesa la nación española, que vive un trance muy complicado por el secesionismo catalán. En este acto, como cabría suponer, no adelantó alguna solución para el conflicto político con la Generalidad catalana.

Los regímenes políticos españoles, desde el siglo XIX, tienen una inclinación irrefrenable hacia la descomposición, en particular si se trata de sistemas constituciones representativos. El régimen de Franco tampoco escapó a esta maldición, que ahora se cierne sobre la monarquía constitucional de los Borbones. Los análisis históricos no reparan en esta característica, no fuese duro reconocer que no estamos hechos para regímenes representativos; Podemos, la nueva formación política nos daría la razón, si sigue en alza.

Fue un acierto que Felipe VI subiera al trono; pero apenas si el nuevo rey aparece en actos institucionales relevantes, en los que el monarca pueda pronunciar discursos en defensa de la nación española, algo tan necesario, en estos momentos; sin embargo, el gobierno no recurre a la figura regia, ante el conflicto catalán, que es una crisis nacional.

La monarquía de Juan Carlos I fue la compensación histórica al bando republicano. Esta es la razón por la que los nacionalistas catalanes y vascos recibieron un trato preferente, un grueso error, pero desconocemos qué presiones internas y externas enfrentó el gobierno de Adolfo Suárez. Esta es un hecho que también soslayan los historiadores, que no se atreven con el régimen español actual.

La Diada de este año no ha aportado nada nuevo. La consulta que reclama la Generalidad catalana nos recuerda que en 1714 los barceloneses recurrían a la consultas, ante una situación de asedio y un comportamiento colectivo dubitativo. Los austracistas, los enemigos del Borbón, perdieron la Guerra de Sucesión española, pero ya Cataluña se hizo notar.

Es una cuestión a considerar si la Monarquía de Juan Carlos I ha recogido las virtudes de la monarquía tradicional española, aunque haya pecado de un exceso de liberalidad, de todo incomprensible, porque los nacionalistas catalanes y vascos se beneficiaron del terrorismo etarra, mientras se transferían las competencias autonómicas, sin advertir el peligro que entrañaba la cesión. Se ha puesto a prueba la convivencia común, que, otra vez, está en peligro.

 La Primavera europea

El encuentro de historiadores en el Club Siglo XXI no trató el momento histórico actual. La Primavera europea es una realidad en Ucrania, que probaría como no se consiguen las cosas importantes, sin recurrir a la fuerza o violencia. En este país europeo prosiguen los combates, en el este, y las sanciones a Rusia comprometen a Europa, que ha demostrado que no goza de independencia militar o diplomática. Eso arroja sombras sobre la consulta en Escocia y la reclamación catalana. El elemento exterior no es conocido por la opinión pública española.

La Primavera árabe no ha concluido. La Guerra en Siria es incierta e Irak conoce las contradicciones de la Primavera árabe, el apoyo occidental y de potencias árabes a los extremistas sunitas, la fuerza de choque de estos cambios revolucionarios, apoyados por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otros países europeos o de otros continentes.

La consulta en Escocia es una vía pacífica; lo que reclama la Generalidad catalana. A la vista de los acontecimientos internacionales que hemos citado, Quebec es el modelo de los independentistas escoceses o catalanes. Aquí conocemos de sobra, que la consulta se prepara, desde tiempo atrás, con el adoctrinamiento del pueblo catalán; la consulta sería trucada, por lo que no accede el gobierno español.

La Primavera europea es la intervención de Estados Unidos que aviva los conflictos, hayá donde se produzcan. Ucrania, sin lugar a dudas, pero cómo actúa la diplomacia norteamericana en los casos escocés y catalán. La actitud del gobierno británico sería una prueba de la debilidad de los países europeos, que no encuentran en la Unión Europea la fortaleza necesaria para frenar las ansias secesionistas. Lo mismo cabe decir de España.

Debemos posicionarnos ante el conflicto catalán. Es muy posible que si se celebrase una consulta en Cataluña, los catalanes españoles se abstuvieran. La oligarquía catalana no ha hecho un pronunciamiento último, que sepamos. La opinión pública está dividida sobre la actitud del gobierno español, al respecto. La Iglesia no es un elemento integrador; los medios de comunicación, salvo excepciones, no contribuyen en exponer el grueso propagandístico de la Generalidad catalana. Los intelectuales, ya sean historiadores o pertenezcan a otra disciplina del saber, no son conocidos si se oponen abiertamente al secesionismo catalán.

¿La caída de los Borbones contentaría a los secesionistas catalanes? ¿Es una inquina dinástica lo que está detrás del movimiento de la Diada?

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