La regeneración política es esgrimida por Ciudadanos o el PSOE, desde la tribuna del parlamento, o desde los medios de comunicación que repiten el mensaje para que cale en la sociedad civil. La vacuidad es absoluta. No es posible en política regenerar la constitución del poder, con independencia del régimen político en liza.

El sistema de gobierno democrático se regenera tras cada elección, porque se renuevan los cargos o los mandatos. El aspecto formal es el que prima y el balance de los gobiernos se repite una y otra vez. La regeneración puede gustar a los advenedizos en la política; no se comprenden en partidos con una larga trayectoria, como el PSOE.

Un régimen, como el español, minado por la corrupción, recurre a cualquier criterio, como la regeneración, para atraer al votante cansado, incluso hastiado, que necesita una nueva oportunidad de engañarse. Los medios de comunicación participan del engaño y demuestran escaso talante crítico.

La corrupción aparece para socavar el régimen político; la solución no es la regeneración propugnada por los líderes políticos citados; es un asunto judicial y el castigo tardío para los implicados, varios de ellos cargos electos, prueba la imposibilidad de la separación de poderes.

Por recurrir casi siempre al concepto de regeneración, la opinión pública no repara del delicado momento de la Monarquía parlamentaria, amenazada por el proceso secesionista en marcha de la Generalidad catalana, que espera que explote el desafío vasco, a partir de las próximas elecciones regionales, que presumiblemente dará una mayoría nacionalista.

Los auténticos protagonistas del sarao patrio son Esquerra Republicana, en Cataluña, y Bildu, en las Vascongadas. Partido Nacionalista Vasco y la nueva Convergencia aparecen descolocados. Sobrepasados por la izquierda nacionalista, son el objetivos de los grandes partidos nacionales, PP y PSOE, para la formación de gobierno, de acuerdos con las premisas de la Transición. Los nacionalistas moderados.

Regeneración política

Una transformación de la política, con un impacto real y directo en la moral pública, podría intentarse con la caída del régimen actual y el advenimiento de otra generación de políticos, encuadrados en nuevas formaciones. No podemos engañarnos y creernos que de esta forma sea harto posible regenerar el cuerpo político der la nación española. Sin embargo, es la única manera de apostar por una carta que puede resultar vencedora.

El regeneracionismo tiene escuela en España. Dice la enciclopedia digital Wikipedia:

“Se llama regeneracionismo al movimiento intelectual que entre los siglo XIX y XX, medita objetiva y científicamente sobre las causas de la decadencia de España como nación. Conviene, sin embargo, diferenciarlo de la Generación del 98, con la que se lo suele confundir, ya que, si bien ambos movimientos expresan el mismo juicio pesimista sobre España, los regeneracionistas lo hacen de una forma menos subjetiva y algo más documentada, mientras que la Generación de 1898 lo hace en forma más literaria, subjetiva y artística. Su principal representante fue el aragonés Joaquín Costa con su lema «Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid». Se convirtió en un movimiento de carácter fuertemente transversal, con regeneracionistas tanto de cuño conservador como progresista, tradicionalista como republicano”.

¿Es la izquierda nacional heredera de esta tradición? No, en absoluto. No hay un movimiento intelectual, actual y pujante, que se reconociese por su vinculación con el regeneracionismo hispano, fuese cual fuese su raigambre, de nuevo espoleado por la corrupción. Nos encontramos con oportunismo, tanto más cierto por la ausencia de realismo en los líderes políticos como en los medios periodísticos más generalistas.

Lo que precisa regeneración es la deuda pública española. Según datos Macro:

“En julio la deuda pública ha disminuido en 6.551 millones de euros respecto a junio, de forma que ha pasado de 1.107.287 millones a 1.100.736 millones.

Así pues, la deuda en julio ha sido del 100,63% del PIB y la deuda per capita, que ha aumentado este mes, ha sido de 23.800€. Si la comparamos con la de julio de 2015, vemos que en el último año, la deuda ha crecido en España 1.227€ por habitante”

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