Como era previsible, la secesión catalana avanza, sin freno y cautela, con la aprobación de la ley de referendo para el 1-O. Al extremo que se ha llegado, estamos convencidos de que el régimen del 75 ha fracasado; un régimen fallido, que no dispone de más solución que las bazas políticas de la izquierda española. ¿Un cierre de la crisis en falso?

El gobierno del Partido Popular retrocede a cada paso que da la Generalidad catalana, que demuestra que la voluntad política no se detiene ante leyes. Los sistemas liberales permiten actitudes autoritarias con el ascenso de partidos o bloques que pretenden romper el statu quo.

Cada vez es más previsible una moción de censura contra el gobierno de M. Rajoy; tras el intento fallido del partido Podemos, la situación podría decantarse en un pacto del Partido Socialista, Podemos y formaciones nacionalistas interesadas. El nuevo gobierno español, dominado por la izquierda, trataría de establecer unas bases distintas con el gobierno catalán.

El régimen del 75 ha consistido en una compensación política al bando republicano español. La derecha española ha tenido que acomodarse, legitimando aún más si cabe las bases de la restauración monárquica. Reconoce la Constitución la legitimidad de las exigencias de los partidos nacionalistas. Nadie se puede sorprender con la situación actual, la secesión catalana en primer plano. Pero seguimos rasgándonos las vestiduras.

Europa carece de líderes políticos relevantes; la indefinición está presente en las instituciones europeas y en cada uno de los países miembros. No nos confundamos con la reciente decisión judicial contraria a las reclamaciones de Hungría y Eslovaquia, sobre refugiados. Europa no tiene líderes de peso que hagan progresar la super estructura europea.

Como ya hemos advertido, la secesión catalana no tiene otro propósito que crear los países catalanes, con la anexión de dos comunidades, la Balear y Valencia, como mínimo. ¿Qué solución política cabe ante tamaño desafío? Qué sentido tienen nuevas comisiones en el Congreso español para reflexionar sobre la más idónea configuración territorial del estado español. El escenario no se parece a la descomposición Balcánica.

Cataluña goza de una autonomía muy amplia; en efecto, sólo les quedaba exigir la independencia. El estado español no podía ignorar las pretensiones del nacionalismo catalán; el travestismo de la transición no ha sido suficiente para contentar a los secesionistas catalanes. Pero el transformismo continua: el líder de Ezquerra Republicana de Cataluña es un vaticanista.

La Unión Europea, desde una perspectiva geopolítica, no puede permitirse la secesión catalana, porque el riesgo de contagio sería muy alto. Por lo tanto, una implicación mayor de las autoridades europeas comunitarias sería necesario.

¿Por qué hemos llegado a esta situación?

Desde la invasión napoleónica, España conoce una conflictividad política permanente. La Guerra Civil de 1936 debió cortar de raíz esta deriva social y política. Sin embargo, el régimen del 75 ha vuelto a las andadas, gracias a la actividad política de los partidos nacionalistas vasco, catalán y gallego, con el extraordinario refuerzo de ETA.

La banda terrorista vasca ha envenenado la actividad política, hasta el punto que la Generalidad de Cataluña plantea abiertamente la cesión, con vehemencia y con la confianza de que el gobierno español no tiene vigor ni valentía.

Horas tensas y el león dormido no da señales. Siempre tan politizado hasta el régimen del 75, que parece haber conseguido la despolitización del Ejército español. Un trabajo que empezó con los acuerdos militares entre España y EE. UU, en 1953. No concedemos tanta importancia al 23-F. La pax americana es determinante. Es por lo que nos preguntamos con qué apoyos cuenta la secesión catalana.