El caso de la Infanta Cristina de Borbón se convierte en la cortina rasgada de la política española. Prestigiosos abogados, encabezados por Miguel Roca, defienden a la hija del rey. La unidad de las Españas reposa en el ascendente del monarca Juan Carlos I sobre las distintas oligarquías del país. No es un asunto para no darle importancia. La Constitución sirve para el aparato político, con el gobierno incluido; pero los acuerdos no escritos, fruto de una relación larga del Rey con prohombres singulares de las grandes empresas españolas, financieras, constructoras y energéticas, son la mayor garantía en contra de los partidos secesionistas catalán y vasco. El pueblo español es un convidado de piedra, aunque haya participado de las reiteradas Elecciones Generales.
Los abogados de la Infanta reconocen cómo se encuentra el nacionalismo español; ausente de las instituciones más importantes, Corona, Tribunales de Justicia, Cortes españolas, etc.
Por el contrario, el nacionalismo catalán y vasco hace participe a sus respectivos pueblos. Los grandes partidos españoles, garantes del bipartidismo, no toman causa por un nacionalismo español moderno, fiel seguidor de los dictados de la historia. Entre otras razones, el citado pacto entre el monarca y las oligarquías varias, no cuenta con el pueblo español, al que menosprecian conscientemente, como prueba las andanzas de Don Iñaki Urdangarín; que las larguezas han sido posibles por la complacencia de ciertos gobiernos autonómicos, como los de las Islas Baleares y Valencia; sin olvidarnos del gobierno municipal de Madrid.
Muerto el general Franco, España se convierte en una nación derrotada en la II Guerra Mundial; conflicto en el que participó España simbólicamente. La derecha política, representada por el Partido Popular, no puede hacer gala de un nacionalismo español, por los citados antecedentes. Por su parte, el Partido Socialista es presa de una ambigüedad que se manifiesta al momento, como demuestra los recientes acontecimientos en Navarra, con acusaciones al Gobierno navarro y un acercamiento a Bildu, brazo político de ETA.
La apuesta de Rajoy, que ya tratamos en un post anterior, necesita de la colaboración del Partido Socialista, que apunta a una división, como en tiempos de la Guerra Civil del 36. La política española enfrenta unos problemas de gran peso, y la intención del presidente del gobierno es ganarse a Rubalcaba; pero, ¿éste será capaz de gobernar el Partido Socialista, que siente el poderoso tirón de parte de los pueblos catalán y vasco, en pos de la independencia de las regiones más conflictivas y cuidadas por el Estado español?
La Infanta Cristina, un episodio de la política española
La infanta Cristina de Borbón ha declarado en el Juzgado de Palma de Mallorca, con una gran expectación para los medios de comunicación y la política española. Sin embargo, aunque esté imputada tan alta personalidad, la Infanta no reúne las condiciones para ser una cabeza de turco, que es la pieza codiciada por la Justicia española. Ninguna condena ejemplar se recuerda de la corrupción política y económica. La importancia del Rey es suficiente para cubrir a su hija.
La complicidad de la Infanta Cristina con sus abogados puede ser completa. Los problemas personales se anteponen a los asuntos de Estado. Para el caso de una Infanta no es un problema en sí. Sin embargo, el Rey debería reaccionar y no confiar en los actores de la Transición, como Miguel Roca. La crisis institucional de la Corona se agrava, porque el pueblo español percibe que la iniciativa está en manos de los nacionalistas catalanes y vascos, que en algún momento juntarán sus fuerzas. ¿Llegaremos a repetir la desintegración de Yugoslavia? La Primavera Europea, que ya adelantamos. Con Ucrania en la sombra.
Es una partida que necesita de la participación de la Unión Europea, que también está dividida. ¿Podemos confiar en la Comisión, el Parlamento europeo o la Corte de Estrasburgo? Europa podría recibir con cierto entusiasmo un rebrote del nacionalismo romántico de las regiones españolas en candelero. La política española no gana para sobresaltos.
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