Inexorable se acerca la marcha de Míster Trump víctima del principio de Aceptación, que es una manifestación del poder en un sistema democrático. La postrera victoria de Trump consiste en haber influido en la opinión pública norteamericana e internacional; el fraude en las elecciones presidenciales no sería una hipótesis sino una realidad destapada con la reacción del equipo jurídico del presidente Trump.

El Principio de Aceptación recoge el idealismo democrático como prueba del contrato social que justifica el proceso democrático. El presidente ruso Vladimir Putin confía igualmente en el Principio de Aceptación y refuerza su posición ante el pueblo ruso con las acciones violentas contra opositores políticos como Alexei Navalny, que fue envenenado con el agente nervioso Novichok. El gobierno ruso no puede reconocer nada al respecto; pero el presidente Vladimir Putin deja que la sospecha se extienda en la opinión pública rusa e internacional.

Vladimir Putin es un patriota ruso y justificará sus acciones por los intereses nacionales de Rusia. La influencia del régimen soviético continua en las estructuras estatales rusas y Putin es coherente con la tradición y con las nuevas exigencias del sistema político con elecciones periódicas. El principio de Aceptación se amolda a las características singulares del régimen político vigente en un país. No desaparecen los riesgos y el poder requiere siempre víctimas reales o figuradas.

Se acerca la marcha de Míster Trump y el magnate neoyorkino ha visto truncada su carrera política. No tuvo el presidente republicano con su equipo el plan o planes de contingencia suficientes para enfrentar la epidemia del virus SARS-COV-2. La tradición de Estados Unidos es democrática y el presidente Trump no ha violentado las reglas del sistema político norteamericano; pero no ha tenido Trump las prevenciones necesarias para evitar el fracaso electoral y el incumplimiento moral con el Principio de Aceptación.

La opinión pública norteamericana e internacional no relacionan al magnate Trump con sobornos o intentos de asesinatos de opositores políticos. La riqueza proporciona un punto de vista de la política muy singular y simple. El sistema democrático no favorece a los individualistas empedernidos como Míster Trump. Los partidos políticos son los verdaderos agentes que manejan los resortes del poder, sin pretender imitar los usos exagerados de sistemas autoritarios. No obstante, el poder necesita sangre, víctimas reales; la democracia norteamericana ha recurrido a la guerra con pasmosa facilidad. Trump no ha sido amigo de la guerra y ha tenido sus consecuencias.

No sabemos si el equipo del presidente Trump encarnaba una facción política que no contaba en primera línea con el pueblo norteamericano. Míster Trump, por los modos exhibidos, estaba muy preocupado por los problemas de la sociedad y la economía de Estados Unidos. El plan de acción del presidente Trump requería una dictatura. Los cuatro años que se renuevan para un mandato más no ofrecían el marco práctico para regenerar Estados Unidos.

Es necesaria la impostura de los partidos políticos para entender la falta de sustancia del sistema parlamentario, que se renueva periódicamente sin que tengan solución los graves problemas sociales, raciales, deslocalización de empresas, déficit comercial, competencia China, etc. La dialéctica de partidos aplaza los problemas, con un aparato de propaganda eficaz gracias a los medios de comunicación.

La dialéctica de clases es inherente a las sociedades con una economía avanzada. El sistema democrático no puede renunciar al Principio Aceptación. El contrato social se expresa en la Constitución vigente y la institución presidencial norteamericana no ha encontrado el modo de revertir la decadencia política de Estados Unidos. Los millonarios no tienen la solución y la Guerra Civil no es inevitable como ciertos analistas auguran.

Se acerca la marcha de Míster Trump, mientras la Unión Europea ha firmado un acuerdo económico con China. Un acuerdo muy ambicioso, según las autoridades europeas.

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